Día 24: Poción

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En cuarto año, la mayoría de las conversaciones que se escuchaban en las habitaciones, en los pasillos o junto a la chimenea que hay en cada sala común, trataban sobre "besarse". La mayoría alardeaba sobre cuantas personas había besado y con quién estuvieron a punto de pasar a siguiente base.

Algunos comentaban, haciendo una mueca desinteresada para aparentar madurez, que ya habían deslizado la mano por algún pantalón o falda ajena, y otros aseguraban que habían hecho mucho más que eso.

La habitación de chicos de Slytherin tampoco era la excepción, e incluso Goyle, que no era muy amigo de la ducha y el jabón, iba por ahí contando sobre los besos que se daba tras el invernadero con Millicent.

Él único que no tenía nada que contar era Theodore Nott.

Theo jamás había besado a nadie en los labios, y no es que jamás hubiese tenido la oportunidad de hacerlo, es solo que no quería besar a nadie más que no fuese Neville Longbottom.

Así de simple.

Quería que su primer beso fuese con el Gryffindor y punto.

Ya era imposible enumerar las cientos de veces que se había dormido imaginando ese momento, en cómo lo tomaría de las manos y acercaría su rostro lentamente al del chico para luego besar esos tiernos labios con sabor a menta -le gustaba imaginar que sabían a menta- o en como Longbottom descaradamente le robaría un beso mientras mantuviesen una divertida conversación sobre lo lindo que sería pociones sin Snape.

Pero intuía que, si seguía esperando a que algo así ocurriera, moriría sin besar a nadie. Llegaría a los cincuenta años sin haber tenido nunca un novio en toda su vida. Moriría solo y virgen, porque Malfoy estaba más cerca de volverse un Gryffindor que él de besar a Neville.

Y no es que no lo hubiese intentado.

Había hecho de su parte.

Un día se le acercó en la biblioteca y le pidió un libro del montón que tenía sobre la mesa, pero a Longbottom todo parecía ponerlo nervioso, y es que cuando se lo entregó, botó el resto logrando que Malfoy terminase burlándose de él.

En otro momento, lo encontró caminando solo hacia el campo de quidditch, pero justo cuando le preguntó estúpidamente si se dirigía a ver el partido de Gryffindor contra Hufflepuff, llegaron Finningan y Thomas para llevárselo lejos de él.

Había hecho otros intentos, claro, para poder tener al menos una pequeña conversación, pero ninguna había resultado.

Nada de lo que hacía funcionaba y ya se estaba rindiendo.

Sin embargo, esa mañana una ventana de esperanza se abrió ante sus ojos, y es que jamás pensó que la presencia del profesor Flitwick lo animaría tanto que tuviese que esforzarse para no saltar a abrazarlo.

—... es por esto que, por órdenes de Dumbledore -decía—con el fin de mantener o incrementar la buena convivencia entre los alumnos, todos los trabajos en clases que requieran realizarse en pareja, se deberán hacer exclusivamente con un alumno de una casa diferente a la propia.

Al instante, la mayoría comienza a quejarse y tanto Slytherin como Gryffindor, se dedican miradas de agobio.

—Así que, ahora, busquen una pareja porque practicaremos el encantamiento de la clase anterior ¿Recuerdan que tenía que ser de a dos? Miren que conveniente.

A Theodore no tenían que repetirselo de nuevo. En un abrir y cerrar de ojos se pone a guardar las cosas que tenía repartidas sobre la mesa, mirando de vez en cuando hacia la de Longbottom, quien no parecía muy feliz con la noticia.

Fictober | Drarry y otros ships.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora