Un hombre que se hacía llamar Jesús, entro a nuestra casa a la mitad de la noche, todos apuntaron con sus armas, aún que esté solo estuviera sentado tranquilamente como si nada estuviera pasando.
Esto no me da buena espina.
...
— ¿Y como te escapaste? — pregunto Rick a Jesús.
— Un guardia no puede cubrir dos puertas, o ventanas del tercer piso — respondió tan seguro de si mismo.
Carl no dejaba de mirarme, pero trataba de ignorarlo, no quería hablar con él.
— Los nudos se desatan y las cerraduras se abren. La entropía viene del orden ¿No?.
Daryl lo miro — Claro.
— Yo... — hablo Jesús — Revise su arsenal, hacia mucho tiempo que no veía algo así. Están bien equipados — todos me miraron y regresaron su mirada a Jesús quien se mostró confundido pero siguió hablando — Pero tienen pocas provisiones, muy pocas para todas ustedes. ¿Son 54?.
Maggie respondió — Somos más.
Suspiro — Gracias por la galleta, feliciten al chef.
— Ya no está aquí — le hablo Daryl.
Jesús lo miro — Mira, empezamos con el pie izquierdo. Pero estamos del mismo lado, el de los vivos, Rick y tu tenían motivos para abandonarme. Y no lo hicieron. Vengo de un lugar muy parecido a este, mi trabajo es buscar otros lugares para intercambiar, tome su camión por qué mi comunidad necesita cosas.
— ¿Y eso que nos importa? — pregunté.
Todos me miraron, pero Jesús sonrió — Eres ruda, me gusta...
Carl lo miro — Oye — exclamó — Recuerda que tenemos armas.
— Lo siento, no sabía que era tu novia — Siguió hablando con Rick y Daryl.
Susurre — No soy su novia.
— Yo creo que nuestras comunidades podrían ayudarse.
— ¿Tienen comida? — pregunto Glenn.
— Empezamos a criar ganado, buscamos restos y cultivamos.
Rick lo miro — ¿Por qué deberíamos creerte?.
— Les mostraré. Si vamos en auto, puedo llevarlos a casa en un día. Y ustedes podrán ver quienes somos y que podemos ofrecerles.
— Espera — Maggie se metió — Estás buscando más lugares ¿Ya intentaste negociar con otros grupos?.
Sonrió — Su mundo está apunto de agrandarse.
...
Estaba poniendo algunas prendas de ropa en mi bolso, los cuchillos los llevaba en mi pantalón, estaba algo abrumada con lo que pudiese pasar.
— ¿Puedo pasar? — me gire, era Carl.
— Ya estás adentro.