Madrina y Padrino

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La casa había quedado irreconocible. La pequeña vivienda de una sola alcoba, había sido transformada incluyendo un segundo piso con tres habitaciones matrimoniales, espaciosas y bien iluminadas.

También un estudio repleto de libros y pociones con acceso a una terraza de donde se podía apreciar la vista que caracterizaba al lugar.

El living había sido ensanchado, colocando tres sillones nuevos color negro y una mesa grandísima, labrada en madera de cedro. Daba la comodidad para que todos pudieran disfrutar de una comida amena.

La cocina ahora tenía espacio suficiente para cocinar con tranquilidad y por supuesto...las barreras ya no estaban. Se las habían quitado a pedido de la mismísima Bella, que había argumentado: "Esta también es mi casa...y tengo el mismo derecho que ustedes de pasearme por donde me plazca, a la hora que se me antoje" Por lo tanto, ya no habían restricciones para la azabache.

Las habitaciones se habían dividido en parejas, a excepción de Narcissa que había acondicionado la suya al final del pasillo, de la planta baja.

Draco y Ginny, habían elegido la primera del segundo piso y Luna y Blaise, la contigua, agregándole un baño para hacerla en suite.

Hermione y Bella, reclamaron la que ya habían ocupado anteriormente, dejando libre una de las de arriba para ocuparla con cosas que no necesitaran.

—Bellatrix Black, cambia ya el diseño de la habitación, por favor. Así no podré dormir"—Hermione exigió y suplicó a la misma vez, mientras miraba aterrada las paredes verdes llenas de serpientes gigantes, moviéndose por todos lados.

— ¡Es broma!—río divertida, al ver la reacción de su joven amante y una vez más, movió su varita; la cual desprendió unas luces azules y amarillas, transformando la alcoba por completo—. ¿Así está mejor?—preguntó, levantando sus cejas.

— ¡Oh!—exclamó sorprendida.

— ¡Bien!—satisfecha, se sentó a su lado para mirar su propia creación.

Una pequeña cascada, iluminada por la luz de la luna, era rodeada por un sin fin de árboles frutales que desprendían su aroma, agitados suavemente por la brisa encantada. Y el cielo nocturno, con cientos de estrellas parpadeantes, daban el toque final para no querer salir más de ahí.

—Te amo...te amo, te amo...—Hermione se abalanzó, comiéndola a besos.

— ¿Y te parece qué yo no?—le sonrío divertida, paseando su vista por todas las paredes—. Sólo por ti hago esto. Odio las cascadas—refunfuñó, mirando con hastío como caía el agua hechizada, frente a ella—. Si se lo cuentas a alguien, lo negaré. Diré que fuiste tú la que lo encantaste y que quieres culparme a mí por tus cursilerías de niña tonta—le advirtió, abrazándola y cayendo con ella sobre la cama para devorarle el cuello y torturarla con cosquillas.

— ¡Aaaaaaa! ¡Jajajaja!—soltó una carcajada. No recordaba cuando había sido tan feliz, probablemente nunca.

Extrañaba a sus amigos, y lamentaba que todo hubiese terminado de esa manera, pero jamás cambiaría su actual vida, por ellos.

Harry y Ron, no lo entenderían nunca y no estaba dispuesta a vivir dando explicaciones de sus actos. Los amaba con el alma, pero no dejaría que otros le manejaran su vida. Al final de cuentas era su decisión, y como toda decisión: tenía que ser respetada.

Ahora todo encajaba, Bella estaba a su lado. Draco y Ginny, sus amigos adorados, se encontraban con ella. Blaise y Luna, habían demostrado ser unas excelentes personas y en el poco tiempo que llevaba relacionándose con ellos, ya los quería como su familia. Y por supuesto, no se olvidaba de Narcissa, a la cual prácticamente la consideraba como su segunda madre.

Mi inesperada familia del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora