Capitulo 1

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☔︎Capítulo 1. ☔︎

Me encontraba en una extensa plática con Rihanna en Alaska, cuando escuché ese fastidioso sonido que tiene mi alarma al sonar. Abrí mis ojos lentamente y volví a la realidad, tratando de asimilar que mi fantasía perfecta de una charla con mi cantante favorita se había echado a perder abrí mis ojos, me levanté de la cama dirigiéndome hacía el baño para ducharme y lavar mis dientes.

Luego de vestirme me dirigí hacía la cocina donde se encontraban mis tíos  y Valentina, mi prima,  desayunando unos panqueques. Ellos se volvieron mi  familia luego de que mis padres me abandonarán.

—¡Buenos días Jade!  —saludó mi tía con una sonrisa en su rostro.

—¡Buenos días a todos!, Estoy tarde para ir a la escuela, los veo más tarde. —Dije mientras salía prácticamente corriendo de la casa.

Mientras  camino a la secundaría suelo escuchar música con auriculares así el camino no se siente tan aburrido y silencioso, reproduzco mi playlist con música únicamente de Rihanna. Al llegar a la escuela no quité los audífonos de mis oídos, realmente no tenía motivos. Creo que uno que otro maestro sabía de mi existencia y me gustaba eso.

Mientras caminaba por los pasillos tropecé con alguien tirando así mi celular  al suelo, busqué con la mirada a la persona que había chocado conmigo, cuando mi mirada se encontró con la de Adrián Castro, uno de los chicos más insoportables.

—Fíjate idiota. —Le grite irritada.

—Si claro, cómo digas niñita. —Expresó en tono burlón, apartando su mirada de mí y centrándose  nuevamente en la plática con sus amigos.

¿Acaba de llamarme “niñita”? ¡Aghh! ¿Qué se cree? ni siquiera sé disculpó y ahora tenía que comprar otro celular porqué a ese se le había quebrado la pantalla, gracias al idiota de Adrián.

Entré a una clase y para mi mala suerte la maestra hablaba de un tema que me provoca recuerdos que prefería mantener fuera de mi mente: “La familia” Mientras la maestra hablaba, yo  dibujaba garabatos en un pequeño cuaderno que tengo especialmente distraerme, y así no prestar atención a lo que decía, mi intento de ignorar la clase falló cuándo escuché un comentario de la maestra que llamó toda mi atención: “sus padres siempre estarán para ustedes, no importa que pasé, ellos son los únicos que nunca les fallarán”.

Sabía que eso era falso, y me molestaba que hablara en general, como si todos tuviésemos esas cosas llamadas “padres”. No pude contenerme y lancé una pequeña risa sarcástica.

— ¿Hay algo que quiera compartir con la clase señorita? —preguntó la maestra dirigiéndose a mí.

Todos me miraron, poniéndome nerviosa.

—No, no tengo nada que decir. —Aseguré.

—Su risa sarcástica me deja claro que no está de acuerdo, es libre de darme su opinión, adelante.

—Bien, ¿quiere mi opinión? Esto es lo que pienso —dije mientras me ponía de pie— esto es tan falso ¿sabe? No todos los padres saben serlo, y me molesta qué usted hable como si todos criaran a sus hijos de la misma manera o les dieran amor, creo que debería referirse a los papás como personas que te pueden fallar y hundirte emocionalmente. —Me senté en espera de la respuesta de la maestra quien me miraba sorprendida.

—Entiendo que tenga ideas diferentes de la familia, pero use otro tono de voz conmigo. —Advirtió.

—Es cierto, contrólate. —Escuché decir a una voz en tono divertido detrás de mí que me resultaba vagamente familiar. Me di vuelta enojada y ahí estaba Adrián, con el que había chocado en la mañana. No habíamos hablado antes, solo lo había visto caminar por los pasillos con sus amigos de vez en cuando, y no entendía por qué me hablaba como si fuéramos amigos.

—A ti nadie te pidió que hables, así que cállate. —Contesté fastidiada.

— ¡Uy, qué miedo!

—Eres muy fastidioso.

—¡Aquí no hay lugar para este tipo de discusiones!  —Dijo en un tono desesperado la maestra.

—Pues, dígale a este idiota que se calle.

—Pues dígale a ese idiota que se calle. —Repite Adrián utilizando un tono de voz chillón en todo de burla.

El enojo me venció y termine lanzándole un lápiz a Adrián.

—Suficiente. Una semana en psicología los dos, luego de las clases.  —Mando la maestra enojada.

Sabía que sería todo un reto pasar dos horas en el mismo salón con él, sentía que su personalidad y gustos eran contrarios a los míos, que éramos como el blanco y el negro. La maestra nos castigó por dos horas durante una semana. Así que fui al salón, y ahí se encontraba ya Adrián. Llegué minutos tarde, me daba pereza entrar, tomé asiento en una silla que se encontraba al final de la última fila, al lado de la pared y lejos de Adrián.

Solo estábamos nosotros y el profesor que ya se había quedado dormido. Había un incómodo silencio en el aula.

Adrián se volteó hacia mí y me miró durante unos segundos. Levanté una ceja y se levantó de su silla y se sentó a mi lado.

—Mira, te daré dos opciones , quedarte aquí y escuchar los ronquidos del profe o irnos de aquí en mi moto.

Reí brevemente.

— ¿Y yo porqué debería escapar contigo? No sé si sabes, pero eres un dolor de cabeza. —Dije mientras ponía los ojos en blanco.

—El odio es mutuo, pero prefiero estar con tu fastidiosa actitud a escuchar cómo ronca él.

—Bueno, pero ni se te ocurra hablarme.

—No tienes tanta suerte, cariño. —Se burló mientras caminaba hacia la puerta.

Me puse de pie y caminé siguiendo sus pasos. En el pasillo vimos  a una maestra que venía directo a nosotros mientras leía unos papeles. Corrimos hacía un salón vacío que estaba al lado y nos escondimos detrás de unas mesas. Luego de unos segundos salimos y el portero estaba hablando con el director, ambos nos miramos, y por un momento creí que nuestro plan había fracasado, minutos después los dos entraron a la escuela dejándonos el camino libre. Aprovechamos el momento y salimos.

Adrián Buscó con la mirada su moto cicleta hasta que logró ubicarla, caminando hacia ella empecé a dudar, ¿por qué debía seguir con Adrián? Podía largarme a cualquier lugar sola.

—Creo que puedes seguir tu camino solo.

— ¿A dónde vas?

—Eso no te incumbe.

—No seas ridícula y súbete. —Ordenó mientras acomodaba el casco en su cabeza.

—Oblígame. —Desafíe.

Él se río suavemente, dándome a entender que podría hacer que me subiera a la moto si quisiera. —Ya para Jade , ¿vienes o no?

El pasó con su motocicleta tan cerca de mí, que pude sentir casi su respiración. Camine a mi casa, con la idea de llegar antes a una cafetería que quedaba cerca. Una vez allí compré una tostada y un refresco, seguí con mi camino mientras comía.

Al llegar a casa, saludé y subí a mi habitación, me duché, me cambié mi ropa y fui a la habitación de Valentina. En ocasiones hablábamos durante horas cuando yo llegaba de la escuela, era mi única amiga y me gustaba pasar tiempo con ella.

—Hola extraña. —Dijo con una sonrisa cuando me vio entrar a su habitación.

—Hola Vale. —Saludé mientras me acomodaba en su cama. Ella estaba sacando ropa de su armario. Era algo normal en ella.

— ¿Cómo te fue hoy? —me preguntó mientras arrojaba vestidos por todos lados.

—Bien, pero podría mejorar el día si no estuvieras lanzándome vestidos.

—Lo siento, es que me invitaron a una fiesta y no tengo idea de que me pondré, irá mucha gente y quiero verme estupenda.

—Ash, hablas como si una fiesta fuera gran cosa.

—Tal vez deberías venir conmigo. —Dijo con una sonrisa traviesa.

— ¡No! Ni loca. —Afirme con voz firme. —Además debo comprar un nuevo celular, el mío se cayó al suelo hoy y se le rompió la pantalla.

—Bueno, te acompaño, compramos tu celular y luego vamos a la fiesta, ¿sí? —Preguntó con esperanzas de que aceptara.

—Ya te dije que no.

—Bueno, si no vas voy a tardar mínimo tres horas en el baño todos los días, por toda la vida.

— ¡No!, sabes cuánto odió que hagas eso. Está bien, iré. —Valentina lanzó un grito que no dejó dudas de que estaba emocionada.


*

A la hora de cambiarnos sabía perfectamente cómo vestirme: casual. Me puse una sudadera negra, pantalones ajustados negros, rotos y unos tenis blancos, mi cabello estaba suelto, y traía una pulsera que había comprado hace unos meses. Valentina usaba un vestido rojo que no llegaba a sus rodillas, unos tacones de los que no distinguía bien el color, estaba maquillada y llevaba el pelo suelto. Creo que usó todo el frasco de perfume porque el aroma a flores llegaba a la cocina.

Esperé a Valentina durante una hora en la sala y cuando por fin salió la regañé.

— ¿Sabes que solo es una fiesta verdad? No es como que te vayan a coronar reina del país. —Dije mientras abría la puerta para irnos.

—Ni siquiera tu humor de perros arruinará mi noche. —Me dijo luciendo calmada.

Pasamos por una tienda de la compañía de comunicación que yo prefería para comprar mi celular, elegí el primero que me había gustado sin pensarlo o buscar otras opciones. La chica me pasó todos los accesorios del celular, los audífonos, cargador, etc.

Al salir, Valentina llamó un Uber, al llegar subimos de inmediato.

Al llegar pude notar a simple vista que la casa estaba abarrotada de personas, y la música estaba tan fuerte que creo que hasta los japoneses podían escucharla. Salimos del coche y Vale pagó, ella enfocó su mirada en la fiesta, al entrar un chico la recibió con un abrazo muy cariñoso y un beso breve en la boca.

—Hola cariño, estás muy hermosa. —Dijo el chico.

Sentía que iba a vomitar con tanta cursilería cerca de mí.

—Ella es mi prima Jade. —Me presentó valentina. —Es más como mi hermana. —Agregó.

Él muy sonriente dirigió su mirada hacia mí. —Hola jade, un gusto. —Saludó estrechando su mano para saludarme.

—Sí, igual. —Correspondí al saludo dándole la mano. Estaba de mal humor y lo último que necesitaba era la amabilidad del novio cursi que no sabía que mi prima tenía.

Al entrar dirigí mi mirada hacia un sofá que había en la sala de estar, no había tanta gente allí todos estaban afuera o en el patio. Solo había una que otra chica bailando ahí, y podía lidiar con eso.

—No seas tan cruel, él en verdad me gusta. Su nombre es Rubén, las cosas van serias. No lo juzgues antes de conocerlo ¿sí?

—Bueno. —Conteste mientras quitaba mi brazo de su mano.

Caminé hacia el mueble. Valentina y Rubén fueron a bailar. Empecé a configurar mi celular, así podría distraerme y olvidar por un momento que estaba en un lugar lleno de locos.

30 minutos después.

—No puedo creer lo que mis ojos ven, me sales hasta en la sopa. —Escuché decir a una voz frente a mí que llamó mi atención, levanté la mirada para encontrar a Adrián.

Era la última persona que esperaba encontrarme aquí.

— ¿Qué haces aquí? —pregunté confundida.

—Es lo mismo que quiero saber, no sabía que conocías el significado de diversión.

—Me obligó Valentina.

— ¿Quién es Valentina? —preguntó interesado.

—Nadie que te importe.

Tomó asiento a mi lado.

—Me encanta que seas tan amable. —Expresó sarcásticamente.

—Lárgate. —Ordené.

—Podría irme, pero de la única forma que lo haría es si me dieras tu número.

Lancé una carcajada. ¿Pensaba que le daría mi número? Estaba loco.

—Sabía que no me lo darías por eso se lo pedí a Valentina, tu prima. Quien por cierto sale con mi hermano Rubén. —Afirmo mientras se ponía de pie.

—Bien tienes mi número, ahora ¿Qué te asegura que responderé tus mensajes o llamadas? —cuestioné en tono desafiante, estaba molesta con Valentina por darle mi número.

—No espero que lo hagas, te veo mañana en psicología.  -Me guiñó el ojo y se fue.

Llamé a Valentina, pero ella no contestaba, le dejé un mensaje de voz avisándole que pediría un Uber y me iría a casa, ya estaba harta de ese lugar.

Mientras iba por el camino recibí una notificación.

“Acabo de verte salir de la fiesta, deberías mejorar ese humor querida Jade.”

Estaba tan segura como que me llamo Jade que ese mensaje era de Adrián. Lo agregué a mis contactos:

“No me gusta que me espíen.”

Al llegar a casa, pensé en la forma tan ingenua en la que me había mentido Adrián, me preguntó quién era Valentina y minutos antes le había pedido mi número. Aparte, el novio de Valentina es su hermano. Esto no podía ser peor.
Mientras me quedaba dormida y mis ojos se cerraban, llegó una notificación que me espantó e hizo que mis ojos se abrieran repentinamente.

“¿No habías dicho que no responderías? Soy irresistible, lo sé.”

Es cierto que no respondería, pero debo admitir que creí que sería más divertido si respondía su mensaje, ahora gracias a su arrogancia eso ya no pasará más. Coloqué el celular en una mesita de noche, al lado de mi cama, y traté de dormir.

Bajo la misma tormenta [✔] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora