꧁Pᴀɪɴᴛᴇᴅ sᴏᴜʟs꧂

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Obanai caminó por los anchos pasillos sin siquiera detenerse a mirar y apreciar algún cuadro, pues ninguno captaba su completa atención.

No sabía porqué había aceptado salir acompañado de sus compañeros de clase a un museo de arte. Al principio se negó, pero fue Rengoku quien insistió hasta el cansancio y su amable profesor también creyó que sería buena idea salir y visitar una galería. Incluso ofreció acompañarlos, ¿cómo podría negarse al señor Ubuyashiki? Después de todo era un maestro al que respetaba y apreciaba un poco.
Al final terminó cediendo, pero no imaginó cuán aburrido se volvería a cada minuto.

Rengoku admiraba cada cuadro junto con Uzui, quien se tomaba la libertad de criticar ciertos rasgos de la pintura como si fuese un profesional. Mientras tanto, Sanemi se encontraba al lado del señor Ubuyashiki, comentando a cerca de otras pinturas y Muichiro se había perdido en una sección especial de un artista que tenía varios retratos del cielo en diferentes formas.

Para su disgusto, no había por donde mirar, así que se sentó de brazos cruzados en una banca en medio de la sala de pinturas y cerró los ojos para encontrar paz, tal vez podría dormitar un poco.
No tardó mucho para que una mano tocara su hombro, Iguro abrió los ojos con algo de molestia, pero se relajó al encontrarse con la amable mirada de su profesor. Él simplemente se acomodó la bufanda, listo para escuchar lo que el mayor tenía qué decir.

— ¿No hay ninguna obra que te haya llamado la atención, Iguro? — cuestionó con una sonrisa apacible. Este hombre siempre emanaba un aura que hacía a cualquiera dentro de su campo sentirse agradable y tranquilo de inmediato. Obanai no era una excepción.

— Perdone, pero no. — respondió con simpleza, pero siempre manteniendo el respeto en sus palabras.

— No tienes porqué disculparte. La verdad es que me esperaba esto de ti, precisamente por eso quise que vengas. ¿Qué te parece si me acompañas? Estoy seguro que la pintura que tengo en mente te fascinará. — dicho esto se dio la vuelta y de espaldas esperó por su alumno hasta que este se puso de pie y lo siguió. La verdad es que no tenía muchas esperanzas, pero que más daba. No sería un maleducado con el señor Ubuyashiki.

Entraron a una sala llena de personas, todas parecían completamente entusiasmadas en el gran cuadro que coronaba la enorme pieza blanca, sin embargo, él no prestó atención a eso, pues las personas le tapaban la visión del cuadro, así que guió sus ojos a todas las cuatro paredes llenas de pinturas, todas representando la misma cosa.

— Te gustan las serpientes, ¿cierto? Este pintor también tenía cierto embeleso con las serpientes de todo tipo, especialmente al retratarlas en sus obras.

Iguro asintió mientras observaba todo y cada uno de los trabajos. No había ningún cuadro que no incluyera a este reptil, todos eran magníficos y retratan la belleza de este animal.

➣ Pᴀɪɴᴛᴇᴅ sᴏᴜʟs | OʙᴀMɪᴛsᴜDonde viven las historias. Descúbrelo ahora