Capítulo; Primero.

7.6K 390 39
                                    

Mientras la oscuridad me inundaba en desgastadas sabanas, mi cuerpo se sentía diferente. Medio consciente comencé a percibir un extraño olor a leña y nostalgia que invadió mi nariz. Me moví un poco al notar el extraño aroma a casa de campo, pero cuando lo hice, sentí como si mi largo cabello estuviera enredado en mi cuerpo, el cual, se sentía más delgado, pero más pesado de cierta manera y mi cabeza daba vueltas.

Abrí mis ojos hinchados y pesados, con mucha dificultad, y un techo diferente me sorprendió. De color rojizo con esqueleto de madera, del que caigan delgadas cortinas amarradas a los pilares de la cama por cuerdas simples. La cama era espaciosa, y sus elementos estaban desgastados.

Mi cuerpo dolía, pero no lo noté hasta que intenté sentarme en esta. Todo mi cuerpo dolía, y sentía hambre, pero no era la primera vez, siempre era así, en esta maldita casa donde a nadie le importo.

¿En esta casa? ¿Qué casa?

La simple idea me desconcertó. Reconocer de manera tan familiar un lugar totalmente ajeno a mí. Sentirme tranquila en una situación tan naturalmente desesperante.

Ni en cuerpo ni en mente parecían comprender lo que sucedía, hasta que un impulso invadió mi cuerpo. Rápidamente salí de la cama con todas las fuerzas que tenía, incluso mis movimientos eran diferentes. Me moví hasta llegar a un desgastado espejo que estaba en el tocador, de alguna manera increíble sabía que en la habitación había un espejo, y sabía dónde encontrarlo. Al llegar, no quería subir la mirada y encontrarme con algo tan impresionante, pero lo hice finalmente. Un terror desconocido y helado invadió lo que ahora sentía como mi cuerpo. Me quede paralizada unos segundos, mientras contemplaba el increíble reflejo de aquel espejo. Pero mi delgado cuerpo no contuvo más el pavor, y caí al suelo llorando desesperada, pero en silencio, como siempre lo hacía.

Me quedé inmóvil llorando durante unos instantes, hasta que mi cuerpo comenzó a doler y me moví hacia la cama, intentando adoptar la misma posición que cuando recién desperté, esperando volver a dormir y despertar en mi mundo. Pero nada funcionó, no volví a dormir ni nada.

Me desperté cuando el sol ni siquiera se había asomado, pero pasé todo el día pensando en qué había sucedido. Finalmente, el hambre me venció, ningún sirviente había venido a mi recamara, así que supuse que querían que yo bajara a la cocina por mi propia comida. Y así lo hice.

La casa me parecía conocida, pero ya no me era familiar. Conforme caminaba millones de recuerdos me invadían y estremecían mi cuerpo. Mis ganas de llorar no se disipaban, me sentía abrumada por la pena y la soledad que emanaba de esos muros y de los cientos de memorias que no podía olvidar. La calidez que alguna vez tocó mi piel y mi corazón, los recuerdos del primer tazón de comida caliente. No obstante, también recordaba esas heridas que dejaron en mi la muchedumbre de sirvientes de esta casa, y las miradas desinteresadas de aquellos que este cuerpo considero su familia.

—Dile al chef que quiero comer. Luego llévalo a mi habitación —Me dirigí lo más firme que pude a una criada, si no mal recuerdo, de hecho, es mi mucama. Ni siquiera fue a mi habitación y menos notó que estaba detrás de ella.

—Como quiera —Ni siquiera se dirige a mí con respeto.

Mejor me voy de aquí lo antes posible, pero... su actitud me molesta demasiado.

—Comeré en el comedor.

—¿Disculpe? —Tan engreída.

—Si no puedes hacerlo manda a otra que lo haga.

—¿Acaso no sabe que no puede ocupar el comedor? —Ese tono, hace que me hierva la sangre.

—Comeré en el mismo comedor de siempre, no es necesario molestar a los demás con el comedor principal.

Me fui antes de que pudiera decir otra palabra. Ya en mi habitación, me prepare para lo que creo, será la cena. De alguna manera, todos mis vestidos cubren gran parte de mi cuerpo. Parece que me avergonzaba mi mala alimentación; no, claro, ahora recuerdo, recuerdo cuando intenté buscar la simpatía de otros a través de la pena, y todo lo que obtuve fueron burlas.

Otra vez, en aquel recorrido por los feos y vacíos pasillos, me dirigí al comedor que suelo usar, uno pequeño, que pasaría por la habitación de algún sirviente o algún almacén pequeño.

Había preparado esa mesa hace años, pensado en que fuera para cuatro personas, pero que fuera acogedora, así que es pequeña, aun así, se siente solitaria. Así me perdí, contemplando todos los rincones de aquel lugar que me había esforzado en decorar, por sí alguna vez, los fantasmas de esta casa quisieran acompañarme en una hogareña comida. Como cuando decidí la localización de la habitación porque es el pasillo donde los tres transitaban, con puertas que se abren en tres direcciones, para que pudieran entrar cuando quisieran, pero nunca las cruzaron. Incluso las sillas, fue el primer gran gasto que hice, y solo mi silla esta gastada. Esta habitación, me recuerda a mí misma, solitaria, empolvada, preparada para recibir amor, preparada para un propósito; pero abandonada, sin utilidad. Me causa gracia el hecho de que ninguna de las dos nos hayamos movido, este comedor inamovible que desafía la inmortalidad de la soledad, y yo... y yo ¿Qué?...

—Aham —La misma criada, y ni siquiera tocaste o te presentaste ¿Qué es esa manera tan mala de actuar?

Abrí yo misma mi silla mientras ella se quedó de pie mirándome, como si quisiera que me apresurara, pero no le daré ese gusto.

—Su cena.

¿Qué? Comida podrida.

—Ja Estoy tan cansada—. Comida podrida ¿Es lo mejor que se te ocurrió?

—En realidad es muy nutritiva, sobre todo para alguien que hace días tuvo muchos excesos con la bebida —Incluso tu sonrisa burlona es la misma, ni siquiera tratas de disimularla.

—Bien.

Je, creo que mi actitud tan calmada la tomó por sorpresa. Normalmente haría un berrinche, pero me servirían comida podrida en mejor estado de todas maneras. Después de todo, el primer plato siempre era abundante, pero después del berrinche, aunque este en mejor estado, toda la comida del plato caía apenas en mi pequeño puño.

Sin prisa ni apuro, tomé el pan, y le di una gran mordida. Tomé la sopa y también bebí bien. Ni siquiera es diferente de lo que comía en la calle.

Seguí comiendo mientras la criada me miraba impresionada, pero enserio tenía mucha hambre y ya estaba cansada de pelear.

—¡¿Qué demonios crees que haces?! —La voz me desagrado de una manera familiar, y con justa razón, porque cuando voltee a ver quién era, no era otro más que mi segundo hermano mayor.

Mi destino como Villana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora