Mi historia comienza en una gran cuidad sumergida bajo el agua, Luna, en el Mar Mediterráneo. Hay otras quince ciudades más, casi iguales que en la que vivo yo -aunque más grandes-. Están repartidas por los diferentes océanos restantes y algunos mares suficientemente profundos como para que las ciudades quepan.
Te preguntarás que por qué hay humanos viviendo en las profundidades de los océanos y mares cuando, supuestamente, hay superficie terrestre suficiente para vivir todos encima de los continentes. Pues estás muy equivocado/a, desde que la tercera guerra mundial estalló manchando a todos los continentes, una gran radiactividad unida a una abrumadora desolación de la mayoría de terrenos habitables o de cultivo, nos obligó a hacer un éxodo mundial.
En total solo hubo dos planes viables para la salvación o evacuación de la humanidad: tres gigantes naves espaciales que albergarían a todo aquel que se uniera a esa idea o ciudades inmersas bajo el agua para los que decidieran quedarse en el planeta. Son dos ideas muy diferentes: una es abandonar la Tierra, nuestro único hogar, y la otra es quedarse en ésta a pesar de las consecuencias de nuestros actos.
Como es evidente, ya que os estoy hablando desde la Tierra, mi familia eligió quedarse a pesar de tener que vivir bajo metros y metros de columna de agua. Mas fue lo más lógico que habían podido hacer porque el plan espacial fracasó completamente. Según nos informan, cada año, los que gobiernan las ciudades en las diferentes fiestas de conmemoración del accidente, no queda ningún superviviente entre todas las personas que viajaron fuera de la Tierra. Qué decir, aquello sobrecogió al resto de la humanidad ya que algunos de nuestros familiares, incluido mi padre, viajaban en alguna de aquellas tres naves y ahora... los hemos perdido para siempre. A modo de culto, las ciudades escogieron nombres de planetas, satélites, cometas... para tener siempre presente que un trozo de nuestros corazones está ahí fuera, en el espacio.
A pesar de sobrevivir, nuestras costumbres han cambiado por completo. Ahora ya no podemos comer carne, porque casi todos los animales se perdieron en la guerra o por los efectos secundarios de ésta. Los viajes de una cuidad a otra son muy caros y están reservados a gente muy selecta. Nuestra dieta se basa en pescado, algas y algunos vegetales que conseguimos cultivar en nuestro penoso suelo. La natalidad está muy controlada y no se permite más de un hijo por familia. Si tienes más de uno, tu familia será penalizada para toda su vida, viviendo en una zona más pobre que la anterior.
Aunque haya oxígeno, está en menor proporción que en la superficie terrestre. Esto hace que nos cueste más hacer esfuerzos físico y otras actividades cotidianas. Según he leído, es como si estuvieras en la cima de una montaña alta, aunque sin que nos podamos acostumbrar. No se te permite tener un trabajo hasta el año de tu quince cumpleaños, en el cual se te asigna uno totalmente al azar -o eso se dice- y al cual le vas a dedicar toda tu vida si no estudias para algún otro. Por último la libertad de expresión es muy reducida y delicada, por lo que es mejor no tocar ese tema si no quieres ser sancionado por la ciudad.
Dentro de todas éstas penas, mi madre y yo afortunadamente vivimos en una de las mejores zonas de Luna, el Sector 3, gracias a que soy uno de los mejores estudiantes de ésta cuidad. Sería como si antiguamente te prestaran dinero para poder estudiar. Solo que aquí no funcionamos con dinero, sino con horas de trabajo o estudios. Una casa como la nuestra, con dos plantas, un gran salón, un garaje con coche, un pequeño jardín -aunque para algunos sería enorme-, una espaciosa cocina, un par de cuarto de baños y un ático, podría costar alrededor de 500.000 horas de trabajo para alguien corriente, sin embargo, cuando eres uno de las pocas mentes prodigiosas que quedan en la humanidad, te tratan realmente bien.
Pero por favor, no pienses que voy de sobrado cuando digo que soy especial cuando aun ni me conoces, aunque sí, soy algo elitista por culpa de dónde me encuentro pero eso no me hace mala persona. En la medida de lo posible, siempre intento ayudar a todo el que lo necesite, por mucho esfuerzo y tiempo que me cueste. Es algo que lo llevo en mis genes ya que me madre me dijo hace un tiempo que mi padre era igual que yo. Siempre andaba ayudando en todo lo que podía a personas que ni él conocía. Es algo de lo que estoy muy orgulloso. Tengo el don de poder aplicar mis conocimientos de forma altruista.
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Buscándote en otro mundo
Science FictionGabriel es un chico que vive en la Élite de Luna, una de las muchas ciudades bajo el agua. La humanidad se ha tenido que resignar a vivir ahí debido a sus incesantes guerras que han dejado la superficie casi inservible. O eso es lo que piensan los h...