Notre Noël

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Yo sé que derretí tu corazón... saltándome todas las normas impuestas, incluso la más obvia que me mantiene con vida... y que mi cordura está en entredicho, es lo habitual, pero no sé de que forma decirte que sólo espero nunca ser una obligación para ti... nunca.

Siempre me he llevado muy mal con el invierno, no lo tolero bien, igual es por el contraste con mi naturaleza tan ardiente, salvaje... pero quien te define como un ser frío es porque no te conoce tan bien cómo yo, aún sigo descubriendo cosas de ti, mi amado guerrero azul, cuando llegaste a estas tierras cálidas desde el norte de la Siberia oriental, con tus ojos de color imposible y cabello esmeralda, apenas eras un niño pero ya cargabas el porte más elegante que nunca vi y, ahora, el tacto más suave que jamás imaginé en un guerrero tan aguerrido, tu inteligencia tan natural a la que sumas horas interminables de lectura a mi lado, mientras calmas el calor que se apodera de mí, aunque hay otro tipo de calor que no desaparece, el que probamos juntos por primera vez hace un tiempo ya, mientras intentabas mantener mi temperatura a raya y no te dabas cuenta que mi calor era producto de tu cercanía, cuando acariciaste mi frente con tanto cuidado y a través de mi pelo alborotado mi mirada encontró extraviada la tuya, cargada de preocupación, sentí que me derretía, ya llevaba un tiempo así, entendiendo que tu belleza no me permitía permanecer impasible ni un minuto más, y ahora me es tan fácil leer en ti que no comprendo cómo el resto no puede hacerlo.

Quisiera ser un hombre completamente sano sólo por no verte preocupado pero, por otra parte, es mi enfermedad la que permite que me acaricies así, con tanto mimo, esas manos frías de finos dedos, que voy calentando con mi piel, preludio del incendio que te voy a contagiar, ambos lo sabemos.

Mi vida no sería nada sin ti, no después de haberte tenido, moriré contigo porque no quiero vivir sin tenerte a mi lado y tampoco puedo, eres mi vida mi dulce Ganímedes.

Mirando al frente, con tan sólo la luz de la chimenea, siento mucho calor por tener estos recuerdos tan presentes, sólo llevo una bata ligera sobre el pantalón de pijama, se acerca la Navidad, falta un día y aún no regresas de la misión que te encomendó el patriarca, Sage... normalmente no nos mantiene mucho tiempo separados por mi condición y porque sin ti me desmando demasiado, me vuelvo aún más anárquico e intratable y no puedo forzar la patata que tengo por corazón, no si tú no estás cerca. No le gusta arriesgarse conmigo... estoy habituado a ser medio hombre contigo lejos de aquí pero cuando regresas estoy completo.

Te extraño tanto... mientras miro las sombras que las llamas en la chimenea proyectan en el suelo y en la pared.

-Tan silencioso como siempre – sonrío con malicia sentado en el sillón de la sala- tu cosmos te delata, la temperatura ha descendido, no me pillas desprevenido.

-No te gires, Kardia- ordenas con tu suave acento arrastrando la r por mi nombre- o me iré a mi templo y te dejaré aquí solo- te obedezco cómo un niño pequeño temeroso de que le quiten su premio por haber sido travieso.

Te noto a mi espalda, tras el asiento, dejando algo en el suelo, para poner una de tus palmas sobre mi frente algo afiebrada, me siento bien al notar el frescor suave con el que me cubres, tu boca sobre mi sien, la otra mano sobre mi hombro izquierdo, te escucho susurrar:

-ma douce petite pomme...- (*) tan cerca de mi oído que tu aliento lo atraviesa poniéndome la piel de gallina y al sentir tu mano descender sobre mi pecho, tras colarse en la bata, un escalofrío me recorre la columna, noto la frescura de tu piel retirando la bata suavemente mientras sigues susurrándome al oído -combien tu m'as manqué et comment je te souhaite (**).

Comienzo a removerme y suspirar, pero me vuelves a ordenar que no me gire y que cierre los ojos, tu mano está a la altura del borde de mi pijama, y noto tu brazo desnudo, me roza el torso cuando cuelas la mano en mi pantalón y me acaricias, sobreexcitado cómo me tienes ya sabes lo que vas a encontrar, gemimos a la vez, siento tus besos por mi cuello bajando y subiendo hasta mi oreja que recorres con la lengua poniéndome todo el cuerpo en tensión al escuchar tan cerca tus jadeos mientras tu mano que sujeta con fuerza mi erección se mueve sobre ella con firmeza y maestría. Mis gemidos se elevan por toda la sala -por los dioses Degel, no me toques así... no voy a poder contenerme- muerdes mi cuello y preguntas:

Notre NoëlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora