refugio

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La frustración me consumía. La herida en mi brazo aún me dolía y era difícil encontrar comida en este mundo desolado. Pero no podía rendirme. Tenía a Judith para cuidar.

Cubrí a Judith con su manta y seguí caminando por las calles desiertas. No había un lugar seguro donde quedarnos. Cuando estaba sola y necesitaba dormir, me subía a techos de casas o a árboles. No entraba a casas porque me daba miedo que hubiera alguien.

Pero ahora, con Judith en brazos, debía dejar el miedo de lado y buscar un lugar donde ella pudiera dormir. Y yo también.

- No podemos seguir así —me dije a mí misma. — Necesitamos un lugar seguro."

El viento era frío y mi chamarra estaba gastada. Judith comenzó a llorar. Vi una casa y no aguanté más. Decidí entrar.

La casa estaba en ruinas, pero parecía segura. Mi arma en la mano y la daga en la otra, llevaba a Judith en su cargador.

- "Estoy aquí, pequeña", le dije. "No te preocupes."

Entré y todo estaba en orden. La mesa de la cocina estaba pegada a un mueble. Agarré un Cuchillo por si acaso y tapé a Judith.

- Eso es, mi amor. Duérmete.

Esa bebe me mantendrá con vida. Espero que todos estén bien.

Pensé en los que habíamos perdido: Hershel, Glenn, Carol, Michonne, Rick, Maggie, Beth y Carl. La memoria de Hershel me dolía especialmente.

Su muerte había sido un golpe duro. Él había sido como un abuelo para mí.

Al día siguiente

me desperté con un dolor en la columna.

- Buenos días, cariño — le dije a Judith, sonriendo al verla jugar con sus dedos.

Era de mañana, aproximadamente las 7. No sabía la hora exacta, pero recordaba que Hershel sabía medir el tiempo con el sol.

La vida había cambiado tanto desde el apocalipsis. Judith tenía un año y su madre quedó embarazada en este infierno.

- ¿Cuánto tiempo ha pasado? —me pregunté.  Parece que han pasado 10 años. Los días son eternos.

Miré mis manos y mi cabello, sucios y descuidados. Mi ropa estaba hecha un asco.

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Días después, Judith y yo nos habíamos convertido en una unidad inseparable. Ella dependía de mí para todo, y yo dependía de ella para mantenerla con vida.

La vida en la prisión parecía un sueño lejano. Ahora, estaba sucia, con sangre seca en mi ropa y sin poder encontrar nada limpio para cambiarme. Mi estómago gruñía de hambre, y solo había comido una barra de cereal que encontré en esa casa.

Judith comenzó a llorar, y yo la acuné en mis brazos.

- Shh, pequeña, estoy aquí — le dije.

Ella se calmó, y yo seguí caminando. No sabía adónde íbamos, pero sabía que debíamos seguir adelante.

La relación entre Judith y yo crecía cada día. Ella comenzó a reconocerme, y yo podía ver la confianza en sus ojos.

- Judith, eres mi todo — le dije.

Ella sonrió, y yo sentí una alegría que no había sentido en mucho tiempo.

Pero la realidad era dura. No había comida, no había agua limpia, y no había seguridad.

- ¿Qué voy a hacer, Judith? —me pregunté.

Y en ese momento, supe que debía seguir adelante. Por ella.

Seguí caminando, cansada pero si ningún destino.

Carl

Estoy molesto, no lo puedo negar. Pero no quiero perderlo. Ya no quiero demostrar algo que no soy.

Sigue siendo mi padre y sin el no se que haría.

¿Quién soy yo? La respuesta lógica sería Carl Grimes. Pero no. Soy un adolescente que ha sobrevivido a este infierno.

Soy el chico que tuvo miedo el primer día, que pensó que su padre había muerto. El chico que vio cómo mamá  le era infiel a mi papá. El chico que mató a su madre… Que es la figura paterna de su hermana.

O que lo era.

Soy el chico que comió más de 1 kilo de pudin en un tejado viendo a los caminantes. El chico que se enamoró en el fin del mundo…

Ese idiota soy yo. Un idiota fuerte.

Mi mente vuelve a la realidad cuando escucho golpes en la puerta. No eran caminantes. Tomé mi arma y bajé rápido pero silenciosamente.

Mi papá estaba abajo y no sabía quién había entrado. Las personas buenas ya no están. Papá está despertando, pero ya entraron. La única forma es por la puerta de la cocina.

Levanté mi arma y le quité el seguro.

- Tranquilo, solo buscaba cereal - dice una voz conocida con tono de humor.

Corro hacia ella, no sé cómo describir esta felicidad. Michonne está aquí.

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- Realmente deseo, necesito la leche de soya - dice Michonne con exageración.

- Oh, vamos, esa cosa es asquerosa - dije riendo.

- Al menos la has probado - pregunta Michonne.

- Una vez en cuarto grado, casi vomité - respondo.

Ella ríe.

- Es peor la leche de bebe - la leche que tomaba Judith - dije inconscientemente.

Las risas se detienen. Solo quiero llorar.

- Ella estará con mi hijo Carl, nos están cuidando - dice Michonne con lágrimas en los ojos.

Me sonríe.

- Despierta a mi papá, iremos a buscar a los demás - dije frío y subí por mis cosas.

En mi vida, he tenido 3 mujeres, las más importantes: Mamá, Judith, Kat. No puedo perder a las tres.

Hasta el fin/ Carl Grimes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora