— Me gusta alguien. —confesó Giyuu, bajando su libro.
Kyojuro estaba sentado en su habitual posición, escribiendo en aquel cuaderno azul marino que tenía desde que Giyuu tenía memoria. Siempre garabateando y apuntando quién sabe qué cosas que parecían ser más importantes que cualquier situación que pasara a su alrededor. Su concentración era tal que parecía inmune a todo lo que sucedía a su alrededor, incluyendo la confesión del pelinegro.
A pesar de no querer hacerlo, Giyuu asintió con comprensión porque Kyojuro ni siquiera lo miró. Siguió escribiendo con una expresión absorta que cualquiera pensaría que no lo había escuchado. Pero por supuesto Giyuu sabía que era todo lo contrario. El ambiente en la habitación estaba cargado de una extraña mezcla de tensión y familiaridad, y el silencio se prolongó, haciendo que Giyuu se sintiera aún más incómodo. El pelinegro se mantuvo en silencio total, esperando una respuesta que tardó unos segundos en llegar.
— Bien, entiendo. —respondió finalmente con voz calmada.
Entiendo.
¿Era todo lo que diría?
— No. No entiendes. —Giyuu tuvo el impulso de tomar aquel cuaderno y aventarlo por la ventana de no ser porque recordó que Kyojuro tenía buenos reflejos y probablemente sería él quien saliera volando en lugar del cuaderno. Por supuesto, su fuerza bruta tampoco ayudaría; era un debilucho total al lado del rubio. ¿Por qué esto tenía que ser así? Giyuu suspiró cansado— No quiero que esto continúe.
Con esa frase obtuvo la completa atención del rubio, quien por fin dejó de escribir y cerró el cuaderno con un chasquido seco. Levantó la mirada, mostrando el escepticismo en aquellos orbes dorados que parecían perforar el alma del pelinegro. La tensión en su mandíbula despertó los nervios de Giyuu.
— Entiendo. —remarcó con lentitud.
Giyuu esperó unos segundos, antes de preguntar.
— ¿Lo haces?
Kyojuro se encogió de hombros liberando un poco la tensión que se había acumulado en la habitación.
— Te gusta alguien, entiendo que quieras parar con esto. —su tono era neutral, sus movimientos lentos y calculados.
— ¿Y estás de acuerdo?
— No tengo por qué interferir. —respondió con su expresión era imperturbable.
Claro. Eso era cierto.
— Bien.
Giyuu volvió su mirada a su libro. Debería sentirse tranquilo, ¿verdad? Kyojuro lo había entendido y aceptado fácilmente sin hacer un escándalo.
Pasó la vista por las líneas de texto, pero las palabras parecían emborronarse ante sus ojos.El mayor temor de Giyuu era perder lo que ambos habían construido. Porque muy a pesar de las circunstancias, Kyojuro todavía era su amigo, o al menos él lo consideraba así. Y no estaba mal, ¿verdad? Se podría decir que se había quitado un peso de encima. Entonces, ¿por qué sentía una opresión en el pecho que hacía difícil su respiración? ¿Era culpa? No, no tendría por qué... Él no debería sentir culpa, ¿verdad?
El no debería...
"No debería..."
Observó con cautela, el susurro se deshizo en el aire y, cuando pensaba que era una alucinación suya, Kyojuro repitió en voz baja.
— No debería pero... —apartó la mirada con una expresión pensativa antes de continuar— ...pero no puedo.
Giyuu arqueó una ceja, su expresión se mantuvo seria, analizando a Kyojuro que cerró los ojos dejándose caer en el respaldo de la silla. El rubio parecía estar lidiando con sus propios pensamientos.
— No debería... ¿verdad? —continuó el rubio, por fin mirándolo. Aquella mirada dorada resplandecía de nerviosismo, ¿o podría ser miedo? Pero...
— ¿De qué estás hablando? —cuestionó Giyuu, tratando de entender la situación.
Kyojuro soltó el aire contenido, girando su cuerpo en dirección a Giyuu.
— Te gusta alguien, y es normal que quieras parar con todo esto. No tengo por qué interferir, ¿verdad?
— ¿Por qué me preguntas algo como eso?
— No lo sé. —hubo un silencio sepulcral. Kyojuro miró en todas las direcciones antes de decidir continuar— Creo que estoy algo confundido.
Giyuu parpadeó incrédulo. Abrió la boca para hablar pero nada salió de ella, imitó la acción un par de veces antes de darse por vencido. No debería estar haciendo esto, pero en este momento sus pensamientos y sentimientos estaban tan revueltos que lo último que podía hacer era pensar con claridad. Y cuando menos se dio cuenta, ya lo estaba llamando.
— Kyojuro.
El nombrado hizo un ligero movimiento de cabeza, incitándole a continuar.
Probablemente se arrepentirá.
— ¿Quieres que te ayude?
Unos ojos inquisitivos se volvieron hacia los suyos. Ambas miradas se encontraron y solo ello bastó para dar una firme respuesta.
— Por favor.
Pero, ¿Quién no se ha arrepentido alguna vez?