Despues de cuatro años de vivir en Nueva York,estudiando periodismo, decidí hacer algo diferente en mis vacaciones, en lugar de ir a otros países con mis amigos del campus, iría a San Diego, California, mi ciudad natal y donde me había criado.
A mis veinte, casi ventiún años, ya tenía mi licenciatura en la carrera que tanto que apasionaba. Ya había terminado esa etapa por lo que me tomaría un descanso junto a mi familia para pensar que haría despues. Mientras estuve en Nueva York visitaba esporádicamente a mis padres, en dias de accion de gracias y navidad, tambien durante el verano pero solo unos días y luego partía hacia la gran manzana de nuevo.
Mi madre me extrañaba, mucho. Y yo tambien a ella, al igual que a toda mi familia, ya era hora de regresar.
Vivir en Nueva York fue duro, al principio, no conocía a nadie y estaba yo solo frente a una inmesa ciudad, de hecho pensé que nunca lograría despegarme de mis padres, pero lo logré, y a pesar de que ya era independiente, jamás me dejaría de hacer falta los mimos de mamá, las salidas a pescar con papá, ir de fiesta en fiesta con mis primos y mis viejos amigos de la secundaria, y Ana... mi ex novia del instituto, la había querido demasiado, y por culpa de la unversidad debimos separarnos, sufri bastante al igual que ella, despues de eso nunca estuve con nadie más, no había logrado encontrar esa chica especial.
Llámenme gay.
Pero si coqueteaba y lograba conquistar a cualquier chica, llevarlas a la cama pero sin tener nada serio, jamás. Llegué a un punto en el que no quería estar con nadie, seguramente fue el hecho de enamorarme una sola vez y terminar de una manera amarga y dolorosa.
Siempre me preguntaba como estaría ella, si ya había encontrado a otra persona, o si seguía sola, o quizas se había mudado de ciudad.
Y tal vez, la viera de nuevo.
Estaba en mi habitación de siempre, ya debía quitar esos posters de aquella banda que en un momento me gusto pero ahora ya me parecía ridículo.
Mi familia me había recibido en el aeropuerto, y como siempre, mamá habia llorado de la felicidad, papá estaba sonriendo como nunca, mi hermano menor solo me molestaba, aunque tambien estaba feliz de verme, mi hermana, dos años menor que yo, me asfixiaba con besos y abrazos, y mi hermano cinco años mayor que yo, me recibía con alegria junto a su esposa. Llegamos a casa y mamá ya me tenía preparado un pastel de chocolate. Jamás me cansaría de eso. Los pasteles que ella preparaba siempre eran una exquisites.
Yo tenia una especie de obsesion por el chocolate.
Nos pusimos al día sobre nuestras vidas, y a decir verdad, las cosas no habian cambiado mucho.
Mis amigos del instituto habian ido a verme, seguían siendo los mismos idiotas, y porque no decirlo, yo tambien, nos seguíamos comportando como chicos de dieciséis. Pero como siempre dije, madurar es para frutas.
La tarde se me había pasado volando, entre tantas cosas que había hecho. Mamá me había avisado sobre una cena para celebrar mi regreso; mi familia era de esas que usaban cualquier excusa para armar una fiesta, y eso era una de las cosas que me encantaba de ellos. Había terminado de desempacar y poner mi habitación en orden; o mas bien, en un desorden ordenado pues todo estaba regado por todas partes pero yo sabía exactamente en donde estaba cada cosa, era un sistema que solo yo comprendía.
Pensé en bañarme pero... me dio mucha flojera, olfatee mis axilas, no olía tan mal.
Bajé las escaleras y el olor de la comida puso en movimiento a mis tripas. Helen, la cocinera, y a quien le tenia un enorme cariño, siempre fue excelente cocinando, preparaba unos platillos deliciosos.
—¡Al fin bajó el recién llegado!— Gritó mi hermano mayor, Terry, apenas puse un pie en el inmenso comedor.
—¡El olor de la comida me atrajo como el fuego a las polillas!— Exclamé en respuesta, sobando mi estómago en señal de hambre.
—¿No sera mas bien "como polillas al fuego"?— Dijo Vanessa, la esposa de Terry. Una mujer baja, de cabellos rubios como el sol, ojos verdes y un cuerpo delgado pero atlético.
Medité unos segundos lo que me dijo— Si... eso.
Me rasqué la cabeza un momento, y luego salté hacia mi silla en el comedor, viendo como Vanessa sonreía y negaba con la cabeza— ¡Piensa rápido!— Me alertó mi hermano y una milésima de segundo despues me lanzó un trozo de helado verde, el abre boca que siempre se usaba para limpiar el paladar.
Me cayó justo en los pantalones, fulminé a mi hermano menor, Tomas, y rápidamente tomé el helado en mis jeans y se lo restregué en la cara. Tomas, segun todo el mundo, era idéntico a mi, solo que con rasgos infantiles y suaves. Lo veía a el, y me veía a mi, los mismos ojos verdes y grandes, el cabello castaño claro y piel blanca con mejillas un poco rosáceas. Pronto comenzamos una batalla de helado en la que terminamos ambos con la cara embarrada.
Terry y Vanessa reían mientras me reprendían por actitud infantil, ¡pero el había empezado primero!
—Bueno, bueno, bueno— Anunció mi hermana del medio, Tamara, entrando al comedor, con una sonrisa plasmada en su rostro. Tamar -como la apodábamos- era de cabello rojo, pues se lo habia teñido, ojos verdes, de estatura promedio.— Ya compórtense porque vamos a comer— Nos regaño sentándose al lado de Vanessa.
Pronto entraron mamá y papá, vestidos elegantemente como siempre y se sentaron juntos en en el extremo de la mesa—Familia, antes de que traigan la comida, tenemos que darles un pequeño anuncio— Dijo papá con un tono de voz algo... ¿divertido?
Todos los presentes los miramos interrogantes— A esta casa llego una nueva integrante— Habló mamá, ahora si todos estábamos confundidos, ¿a caso adoptaron un hijo?— ¡Irina!, pasa querida.
Llamó mi madre, Lauren, a quien sea que fuera Irine.
Pero, mis ojos fueron deslumbrados por una mujer alta, de tez bronceada, de castaños cabellos con reflejos dorados, cuerpo espectacular, y una sonrisa hermosa.
No se si fui el unico que se quedó con la boca abierta admirando a la persona que acababa de entrar al lugar, y aunque aun mis padres no se explicaban bien sobre quien era, estaba mas que seguro que quería averiguarlo.
ESTÁS LEYENDO
Princesa de hielo.
Romance"Ella era fría, y su corazón era de hielo" Sus ojos marrones, con sus largas pestañas y cejas espesas pero definidas le daban aquella mirada llena de profundidad y sensualidad. Irina era todo un misterio para mi, comenzando por el hecho de que nunca...