Nochebuena

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La llave giró en la cerradura con desgana. Severus entró, cansado, quitándose la bufanda. Resopló.

-¡Estoy en casa!

Y entonces vio a Harry, al fondo, en el salón, bajo el árbol de Navidad. Una sonrisa cansada apareció bajo su mascarilla mientras se acercaba por el pasillo.

-Baby, ¿qué haces en el suelo?

Harry solo abrió los ojos cuando Snape se acuclilló delante de él. Estaba hecho un ovillo encima de una manta, al lado de los regalos, bajo el árbol. Solo llevaba puestas unas medias altas a rayas blancas y rojas, y enrolladas en su cuerpo estaban las luces del árbol. Cuando levantó la cabeza hacia Severus sonaron los cascabeles de su diadema de cuernos de reno. Tenía otro colgado al cuello por una gargantilla. Se había puesto maquillaje rojo en la nariz y pequitas por sus mejillas.

El chico parpadeó varias veces, acabando de despertarse, sonrió y miró lentamente el reloj que tenía al lado.

-Tardaste.

-Sí... Lo siento muchísimo- observó de arriba abajo su sexy outfit navideño. -¿Pero cuántas veces te he dicho que no me esperes? Nunca sé a qué hora voy a llegar.

Los ojos de Harry resbalaron con los suyos pidiendo un poco de comprensión.

-¿Qué pasó hoy?

Intentó cogerle una mano a Severus, pero él la apartó. Aún no se las había lavado.

-Una paciente con covid, bastante joven, neumonía bilateral. Estuvo a punto de morir, pero de alguna manera no lo hizo. Creo que se salvará.

Severus ejercía su profesión de médico en el Royal London Hospital. La pandemia los estaba reventando, pero le brillaban los ojos al darle a Harry esa buena noticia. Su pelo estaba recogido en un moño para que no estorbara, y sonreía debajo de la mascarilla que llevaba desde hacía más horas de las que se recomendaba. No se había librado de trabajar en Nochebuena, por supuesto, pero la situación no estaba para vacaciones.

-Muy bien- Harry sonrió, conteniendo las ganas de tocarle. -Eres... eres maravilloso.

Severus cogió la primera bocanada de aire después de quitarse la mascarilla con cuidado. Las lágrimas le asomaron a los ojos por enésima vez durante esta pesadilla, eran demasiadas emociones, ver toda esa gente muriendo, llegar a casa, dormir unas horas y volver al frente de batalla... Y para colmo de males había llegado la Navidad, la peor Navidad de la historia, y si la soledad se llevaba sintiendo ya un año, ahora explotaba en la cara de todos, de cada uno, solo, en casa.

-Voy a lavarme y ahora te doy un abrazo- le dijo luchando contra el llanto.

Harry, su precioso novio, era la única persona a la que veía fuera del hospital, pero ni siquiera podía estar con él, estar de verdad, no como una sombra que volvía demasiado tarde y marchaba demasiado temprano. Lo estaba dando todo y no podía más.

Pero tenía que poder.

Había gente que estaba peor. Ancianos solos, familias numerosas que habían perdido su única fuente de ingresos, negocios arruinados, y muertos, muchos muertos. Los que quedaban vivos respiraban despacio, con miedo tras sus trozos de tela, las  heridas de sus manos frías supuraban gel hidroalcohólico.

-¡Te quiero!- le gritó Harry de repente desde el salón, como si supiera que lo necesitaba oír mientras se lavaba las manos de piel reseca.

Severus suspiró, enamorado. Harry... Ni siquiera tenía palabras para describir lo que significaba para él. Era... lo era todo. Su vida se limitaba a él. Él y el hospital. Ir y volver. Era su único apoyo para seguir adelante. Sonrió al aire, tirando toda su ropa al cubo de la colada para meterse a la ducha.

Nochebuena /Snarry/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora