Promised Land
Ranboo recuerda los días en que se arrodillaba en su cama para orar antes de que las monjas apagaran las luces y le suplicaba a Dios que fuera el próximo niño en irse. Era un buen chico; fue servicial, amable, humilde, fue todo lo que las monjas lo educaron para ser. Pero nadie lo quiso nunca. Ni siquiera sus propios...