Todo empezó con el viento sonando en mis oídos, ahogando los gritos de mi hermano en la lejanía, ayudándome a ignorarlos. Corría, corría por mi vida, siempre supe lo que era el instinto de supervivencia pero nunca antes lo había sentido con tanta fiereza. El miedo me invadía por completo, era poderoso, mucho más que el amor fraternal que sentía. Quizá fue un error que olvidara ese miedo, que olvidara cómo se sentía la desesperación. Si no lo hubiera olvidado probablemente no habría querido volver, probablemente no me habría sentido tan atraída por aquella verde espesura que se abría paso frente al orfanato en el que dormía, donde también había dormido mi hermano. Aunque, por otro lado, si no me hubiera adentrado de nuevo en el peligro no le habría conocido a él. De todas formas no sabría decir si había sido algo positivo o no. Mejor descubrirlo vosotros solos.

¿Cuan breve puede ser el amor?