Caótica adrenalina
Mi vida en Seúl había terminado. Sin pensarlo ni un segundo más, cogí mi moto y aceleré hasta que la impotencia, el dolor y la tristeza se fueran desapareciendo en cada kilómetro que recorría. Y, a pesar de que mi cuerpo rebosaba de sed de venganza, era el momento de sentir una nueva brisa. Una brisa con olor a mar. D...
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