Lexy-Sutherland
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"Mia Winters haría cualquier cosa por proteger a Rose.
Incluso dejarse arrastrar a las fauces del Castillo Dimitrescu, donde Alcina la recibe no como una prisionera, sino como... una invitada peculiar. Entre los llantos de su bebé y el crujir de las puertas de ébano, Mia descubre que el mayor peligro no son las garras de la Dama, sino la manera en que su presencia la hace dudar.
Alcina no toca a la niña. No la amenaza. En cambio, observa-como si Rose fuera un juguete fascinante-y a Mia le ofrece trato digno: habitaciones cálidas, leche fresca para la pequeña... y noches de conversación junto al fuego, donde el vino sabe a promesas envenenadas.
Las hermanas Dimitrescu, sin embargo, son menos pacientes. Susurran junto a la cuna, preguntándose "¿Cuánto tardará en romperse?", mientras Mia se estremece. Pero algo más inquietante la acecha: el modo en que Alcina la mira cuando cree que no la ven. No es hambre. Es algo que Mia no quiere nombrar.
En un lugar donde la luna acaricia las torres como una amante, Mia debe elegir: ¿Escapar con Rose... o descubrir por qué su corazón late con fuerza cuando la Dama de Sangre le canta canciones de cuna a su hija?"