Filosofía clásica
2 stories
La Divina Comedia ✔︎ by meri_tt_
meri_tt_
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Tú; sigues a través de los nueve círculos del infierno, donde se encuentran los más grandes pecadores de la historia, quienes reciben castigos a la medida de sus faltas y están condenados a este lugar de tormento, en el que repetirán sus actos hasta el fin de los tiempos. Sigues en tu paso por las estancias del purgatorio, donde las almas manchadas por la lujuria, la ira, la gula, la avaricia, la pereza, la envidia y la codicia se purifican para poder entrar en el paraíso. Esto es una adaptación de la obra original dirigida por Dante Alighieri. Ve al final para más detalles.
"Sapiencia y artimañas de Sócrates, el filósofo de la calle" by Dragonlost
Dragonlost
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(PAUSADA) Sócrates vivió en Grecia, hace de eso mucho tiempo (siglo V antes de nuestra era). Se sabe que murió por haber rechazado la fuga o el exilio. Es que la vida de los filósofos, amigos de la verdad, incluso en la Antigüedad, no siempre ha sido muy fácil. Frecuentemente hostiles a los poderes establecidos, se vuelven insoportables por su libertad de estilo, su manera insolente de no plegarse a la opinión común, su manía de decir no. Se les pone por las nubes, se les adula, se intenta comprometerlos, se hacen esfuerzos por callarlos. Si todo es inútil, se les separa, se les encarcela, se les mata. Eso fue lo que le sucedió a Sócrates, condenado a beber el veneno mortal de la cicuta. Sócrates murió, pero aún no ha acabado de vivir. No escribió nada, no obstante lo cual su palabra está siempre presente. Para conocer su pensamiento, sólo se dispone de mofas (Aristófanes), de textos de algunos discípulos con testimonios divergentes (Platón, Jenofonte) y luego, a través de los siglos, hasta la actualidad más reciente, de una pila infinita de comentarios. ¿Qué queda de su voz errante? Poca cosa. Sin embargo, algunos fragmentos de una historia verdadera son creíbles: Sócrates, hirsuto y repulsivo, recorre la ciudad todo el día, acosando con sus preguntas al que se le atraviesa por el camino. Sus artimañas son tanto más ácidas cuando se dirige a los ricos y a los poderosos, poniendo al descubierto su pobreza intelectual y su debilidad. Por el contrario, son benévolas cuando se trata de personas pobres. Lo que asegura rápidamente su reputación sulfurosa y explica las bandas de hombres jóvenes que, consagrados en cuerpo y alma, se aglutinan en torno a Sócrates y hacen de él un maestro de sapiencia. Descartando con un encogimiento de hombros los elogios y los laureles, Sócrates declara por todos lados que no dispone de ningún saber. O más bien, que sólo sabe una cosa: que no sabe nada.