Cuando supe que era una madre villana, escapé.
Gasté mi tiempo tratando que mi esposo me amara, descuidando a mis hijos. Cuando me di cuenta de mi error y quise arreglarlo, fue tarde: morí de una enfermedad, dejando a mis hijos solos. Cuando renací, mi hijo menor aún tenía 5 años y un libro extraño me acompañó. Resultó que mis hijos eran la carne de cañón que acos...