PROMESAS ROTAS - ¡Es increíble que me hayas hecho esto! -gimoteé, señalándome con un dedo tembloroso-. ¿Por qué? ¡Dime! ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? -le grité, al borde del llanto. -Entiende que es lo mejor, Sophie. Para ambos. Así seremos felices... - ¡Nooo! -grité, con las lágrimas ya desbordándose por mis mejillas-. Así no seremos felices, ¡nunca lo seremos si haces esto! Entiende tú que me haces daño -dije, entre sollozos ahogados. Él se acercó a mí. Estaba tan exhausta de todo que no retrocedí. Me miró con un destello en los ojos que no quise descifrar y, acercándose aún más, terminó por rodearme con sus brazos, abrazándome con fuerza. -Es lo mejor, Sophia -murmuró, su barbilla apoyada en mi cabeza-. Ya todo estará bien, ambos estaremos bien y seremos felices como nunca antes -alegó, haciendo vibrar su pecho. Esas palabras, dichas con una seguridad y una calma tan absolutas, solo lograron desarmarme por completo. Yo no quería esto. Estaba sufriendo como nunca antes y sabía con certeza que si él no cambiaba de opinión, jamás volvería a ser feliz. ¿Por qué tuve que confiar en ti? ¿Por qué tuviste la osadía de engañarme así? Nada duele más que ser lastimado por la persona que creíste que jamás te haría daño.