Por cada palabra escrita, por cada gota de tinta, por cada hoja llena, una lágrima más rodaba por su mejilla y un gemido de dolor y sufrimiento salía de su boca.
Todos los días en la misma habitación, con las mismas personas. La única manera de ver la luz del sol, era a través de una ventana, y esa era la realidad... Estaba secuestrada.