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El hambre llegó con aquella primera lluvia de verano. Un hambre ponzoñosa y vil, como una sierpe que reptaba por su vientre, abriéndose paso hasta llegar dentro, muy dentro, para sembrar la duda, el ansia, para crear en él el apetito más soez y obsceno.
Sousuke quería probar su cuerpo y había decidido que sería esa misma noche.