Fuego entre HOMBRES, MONSTRUOS Y SANTOS
-¡Corre! Fue la única palabra que le dedicó aquel joven estudiado a Clérigo, aquel chiquillo a quien tanto conocía de vista desde que tenían memoria. Quien antes había sido su salvador, ahora mismo era su condena. Y aún sabiendo que ni uno ni otro pertenecían al mismo mundo, se seguían adorando, como se adora a un sa...