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El aula 3-B del Instituto Konoha siempre era la más silenciosa por las mañanas, especialmente antes del toque de la primera campana. Sakura Haruno llegaba temprano como siempre, con sus libros perfectamente organizados en su mochila y el cabello rosado recogido en una coleta alta que dejaba ver su nuca pálida. Se sentaba junto a la ventana, donde la luz del sol bañaba su escritorio de madera rayada y, sin querer, también su mirada al chico que ocupaba el asiento detrás.
Sasuke Uchiha.
Reservado. Misterioso. Brillante. Y, por supuesto, completamente inaccesible.
Sakura lo observaba de reojo mientras fingía revisar sus apuntes de biología. Sasuke siempre llegaba puntual, con los auriculares colgando del cuello y una expresión que parecía decirle al mundo: "No me hables, no me mires, no existo para ti."
Y sin embargo, para ella, lo hacía. Cada día.
-¿Otra vez distraída, Sakura? -preguntó Ino, su mejor amiga, sentándose a su lado con una sonrisa pícara.
-No es eso -mintió rápidamente-. Solo estoy repasando.
Ino levantó una ceja, divertida, pero no dijo más.
La rutina siguió hasta el día en que el profesor Yamato anunció un proyecto en parejas.
-Serán asignados al azar -dijo, con esa calma suya que irritaba a muchos-. Y quiero que trabajen juntos después de clase. Nada de hacerlo por separado.
Sakura no respiró hasta que escuchó su nombre.
-Haruno y... Uchiha.