zuzu-118
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Meguru siempre se había sentido la persona más afortunada del mundo.
Tenía una madre que lo amaba con una ternura infinita, amigos con quienes compartir la alegría del fútbol, y -por encima de todo- lo tenía a él.
A Isagi Yoichi.
Su novio. Su mundo. Su alegría cotidiana.
No podía imaginar pedirle más a la vida. Isagi era tan dulce, tan atento, tan... perfecto. Meguru pensaba que, si podía detener el tiempo, lo haría justo ahí: con la risa de Yoichi en sus oídos y el calor de su mano entrelazada con la suya.
Pero las cosas hermosas, esas que parecen salidas de un sueño, rara vez duran para siempre.
Y ahora, con el corazón apretado y los recuerdos pesándole en el pecho, no pudo evitar murmurar para sí mismo, casi con amargura:
-Qué iluso fuiste, Bachira Meguru.