Es la historia de un joven llamado Leonardo en el cual relata todo lo que vivió desde hace 14 años. La pérdida de mi abuela dejó un vacío inmenso en mi corazón, una ausencia que parecía insuperable. Los días se volvieron grises y cada rincón de la casa me recordaba a ella. Sin embargo, en medio de ese dolor, encontré un pilar de apoyo inquebrantable en mi madre y mis amigos. Mi madre, con su fortaleza silenciosa, me mostró cómo enfrentar el duelo con valentía y amor. Sus palabras de consuelo y sus abrazos me dieron el valor para seguir adelante. Veía en sus ojos el mismo dolor que yo sentía, pero también una determinación férrea para mantener viva la memoria de mi abuela a través de nosotros. Mis amigos, por otro lado, fueron un refugio de comprensión y alegría. Con ellos, pude llorar y reír, compartir recuerdos y anécdotas de mi abuela, y poco a poco, aprender a convivir con su ausencia. Su compañía me recordó que no estaba solo en mi dolor y que la vida, aunque diferente, continuaba. Juntos, me ayudaron a encontrar la luz en medio de la oscuridad, a recordar a mi abuela con una sonrisa en lugar de lágrimas, y a seguir adelante con la certeza de que ella siempre estaría en aquel planeta.