elizabelm
El viento rozaba su cara suavemente intentando apaciguar las gruesas lágrimas que rodaban aun sin parar por sus rosadas mejillas, mientras ella seguía inmóvil como si la hubiesen petrificado por años, como si su alma hubiese ido a otro planeta, callada en plena quietud, sentada sobre el mismo columpio al que venía desde que era una pequeña, al que venía cuando era realmente feliz y no lo había notado, y ahora estaba allí, en el mismo columpio a mitad de la noche, una noche no muy común pero si muy parecida a ella; una noche infinita, una noche dulce, una noche un poco silenciosa, un poco fría, un poco abrumadora, un poco diferente, una noche donde ni las estrellas mostraban su esplendor
En su infinito y pequeño silenció su interior luchaba ferozmente
por encontrar una respuesta
Y más que respuestas, lo que más provocaba era una oleada de
preguntas aún sin contestación.