1999binnie_
Han Jisung siempre olía a tierra húmeda y flores recién cortadas. Su vida se medía en estaciones, en cómo las hojas caían y volvían a brotar. Amaba el silencio del amanecer, cuando el rocío aún descansaba sobre los pétalos de sus lirios blancos y azules -los únicos que nunca vendía. Decía que eran su reflejo: puros, tranquilos, pero con raíces demasiado profundas para moverse.
Vivía rodeado de colores, pero en sus ojos siempre había un brillo nostálgico, como si esperara algo que el viento aún no le traía. Su pequeño invernadero era conocido por todos, pero pocos sabían que cada flor que cultivaba llevaba el nombre de alguien que amó y perdió.
Lee Minho pertenecía al mar, no por elección, sino por destino. Nació con el olor a sal incrustado en la piel y el sonido de las olas grabado en el pecho. Era un marinero famoso, de esos que aparecen en los periódicos con sonrisas amplias y medallas brillantes. Pero detrás de cada viaje había un peso: el miedo constante a no volver, y la certeza de que nadie lo esperaría en tierra firme.
Llevaba siempre una rosa roja en su chaqueta, una costumbre que pocos comprendían. Decía que el mar era cruel y solitario, y que la rosa le recordaba que todavía existían cosas hermosas que podían morir sin ahogarse.
El destino, caprichoso como siempre, los cruzó en una tarde donde el mar parecía calmo y el jardín florecía en exceso.
El marinero que amaba las rosas y el jardinero que vivía entre lirios.
Tierra y océano.
Luz y sal.
Dos almas destinadas a encontrarse, aunque jamás podrían pertenecer al mismo mundo.