Manos frías, toques cálidos
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Soushirou saltó de los brazos que lo cargaban (su padre) y corrió a la orilla del estanque, cuidando no volver a caer en el interior, para mirar su reflejo: un gato lo saludó. Un pequeño animal de pelaje violeta oscuro que casi podía confundirse con negro estaba reflejado en las calmadas aguas del estanque a pesar de que él, un humano, estaba asomándose.
"¡Ese era el estanque del gato ahogado!" dijo el guía con más entusiasmo del que debería tener estando en una situación tan tensa. Soushirou lo miró con desprecio. "Ay pobre de ti, pero al menos no fue el estanque de la chica ahogada, ¿verdad?"
Soushirou saltó para arañarle la cara.
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La vida de Soushiro cambia drasticamente, pero, tal vez, no todo era malo.