Un retelling crossover sobre Elsa y Jack Frost que podéis conseguir en Amazon. Un espejo. Un lago. Un corazón helado. Una magia de nieve. Una corona. Un propósito. Un solo poder. ¿Y si Elsa y Jack Frost fueran el origen del invierno? Cuarta entrega de la serie Reinos Malditos. Dicen que la Reina de las Nieves no es real. Pero hay quien asegura haberla visto. Y cuando el mejor amigo de Elsa, Kai, desaparece, la joven recorrerá los reinos para demostrar que la reina no es mera leyenda. Jack cree que Elsa no tendría que haberse marchado. Y ahora patinar sobre hielo no es lo mismo sin su única rival. Pero un día, al otro lado del lago helado, ve un palacio de hielo... Kai reaparece, y entonces Jack solo puede preguntarse: ¿dónde está Elsa? ¿Y por qué ahora él tiene magia de nieve?

Pequeñas historias de terror

Tiserisha, la Primera de la estirpe de los vampiros, busca venganza contra el dios que la creó y abandonó. Hubo un tiempo en que los nuevos dioses dieron vida a las criaturas mágicas que pueblan Erindorn, hasta que cierto día decidieron dejar de hacerlo. La última de todas aquellas creaciones vivió bajo el abrigo del arrepentimiento de uno de esos cuatro dioses, hasta el día en que este decidió abandonarla a su suerte. Tiserisha, esa última creación, no olvida. Y buscará al dios que tanto daño le hizo para darle muerte. #pinkawards2022

Las leyendas antiguas hablan de una criatura sin alma que vaga por el bosque cuando caen las primeras nieves. Sus huellas son las de un pesado lobo que nunca se muestra ante ojos mortales, tan sólo deja oír su llamada a través de los caminos blancos. Pero existen más leyendas, como la de las amapolas rojas, o la de la conjura del Susurrante... Ahora, una vez más, el lobo ha regresado y reclama a sus presas. Mientras, en la aldea ha entrado una maldición con forma humana, de mujer nívea. Y los susurros son cada vez más audibles...

No quería subir. Todo lo sabía. Todo. El miedo, la lágrima, el temblor, el dolor, la amargura, el odio; todo lo sabía. Que nadie hable de la soledad sin haber visto La Puerta. Yo la veo cada noche. Su aroma acre te envuelve agobiante; su visión diabólicamente pobre te hipnotiza en el conocimiento de tu desgracia; el silencio claustrofóbico te zarandea en su hábitat de tristeza... Que nadie me hable de la Soledad, yo he visto La Puerta.