Aisling vivía para el aire suspendido, para la emoción que solo el trapecio del circo "Nebula" podía darle, una pasión que nació con ella y que jamás imaginó abandonar. Su vida era una danza perfecta sobre los hilos invisibles de su sueño, hasta que apareció Hugh, el vidente malhumorado que tanto detestaba. Era un hombre de pocas palabras y muchas verdades incómodas, su habilidad para ver lo invisible era indiscutible, pero su arrogancia la irritaba más que cualquier otra cosa. En su mundo, la magia era real, pero no tenía intención alguna de creer en la suya. Y, sin embargo, había algo en su desafío que la picaba, algo que la empujaba a probarle que, en su frágil y a la vez imparable juventud, podía ridiculizar su poder y hacerle tragar cada palabra insultante que le había lanzado "Estúpido charlatán" sería solo el principio.

Tras sobrevivir y ganar los juegos, Seong Gi-hun descubrió que su victoria no significaba el final. Volvió al mundo real solo para enfrentarse a la cruda verdad: los juegos siguen. Decidido a detenerlos, se lanzó a las sombras... sin saber que alguien lo estaba esperando del otro lado. Alguien que conocía su secreto más peligroso: su condición, su subgénero oculto, se encontro atrapado con quien mas odiaba, quien lo habia roto sin saberlo el siempre estaba junto a el, ¿Lo malo? en el fondo de si sabia que estaba callendo en su oscuridad.

Elías nunca sospechó que un empleo pudiera ajustar las costuras de su paciencia como si alguien, desde un rincón invisible, tensara los hilos solo para oírlo crujir. Aun así, acudía cada día con una disciplina casi ritual: aprendía rápido, absorbía instrucciones, se plegaba a la dinámica del lugar sin desentonar. Para la mayoría, era sencillo aceptarlo. Rowan, en cambio, tenía un talento meticuloso para torcerle el ritmo. No necesitaba gritar, ni humillar, ni demostrar nada; le bastaba un gesto apenas desplazado, una instrucción dicha dos segundos después de que fuese útil, un comentario disfrazado de precisión técnica que, al ejecutarlo, lo dejaba expuesto ante todos. Era un sabotaje silencioso, quirúrgico, calibrado para que nadie pudiera acusarlo con certeza. Nadie entendía por qué lo hacía. Nadie, excepto él mismo, que cargaba con una certeza tan incómoda como innegociable: su presencia le alteraba un territorio que llevaba años moldeando a su manera. No era miedo, tampoco celos; era una especie de alarma antigua que se le activaba cada vez que cruzaba una puerta, respondía una pregunta o abría la boca para ofrecer ayuda. Una alarma que prefería sofocar destruyendo la fuente antes que admitir su origen. Porque había una diferencia que ninguno decía en voz alta pero que definía todo: Uno pertenecía al lugar y el otro solo había sido permitido entrar.

Tras un accidente que casi le cuesta la vida, Gi-hun despierta en una habitación blanca y silenciosa, con un cuerpo adolorido y un corazón más roto que nunca. No fue el dolor físico lo que más le hirió... sino la ausencia. Sang-woo. su novio, no apareció ni una sola vez mientras él agonizaba en el hospital. Ni una llamada. Ni una flor. Nada. Herido, pero no derrotado, Gi-hun decide no hacer una escena. En lugar de eso, traza una pequeña pero efectiva venganza: fingir que no recuerda nada. Ni su nombre. Ni su historia. Ni siquiera a Sang-woo. Solo para ver cómo se desmorona quien lo dio por perdido. Pero lo que empezó como una broma de venganza toma un giro inesperado cuando Sang-woo, astuto y desesperado, decide jugar su propia carta: introduce a su mejor amigo In-ho como el supuesto verdadero amor de Gi-hun. Y lo peor... es que In-ho accede al juego. ¿Pero qué sucede cuando las mentiras se convierten en verdades incómodas? ¿Y si Gi-hun comienza a desear que esa ficción fuera real? Entre recuerdos fragmentados, emociones encontradas y miradas que lo dicen todo, Gi-hun se verá atrapado entre dos realidades: la verdad... y a la que buscara aferrarse. Una historia donde la traición, el deseo y el amor inesperado chocan en una peligrosa danza. Porque a veces, fingir perder la memoria es solo el comienzo de una verdad que siempre estuvo ahí, esperando ser revelada.