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Lydia Rinaldi siempre se sintió fuera de lugar aun dentro de su propia casa y con las personas que se supone que la quieren, mientras otros caminaban con los pies en la tierra, ella vivía con la mirada puesta en el cielo, soñando con quirófanos, cerebros y títulos que eran imposibles para alguien como ella
Lo que no sabía era que su vida cambiaría con la misma naturalidad con la que una flor se abre al sol
Una tarde cualquiera, entre libros, tareas, ausencias y una fiesta a la que no fue invitada, apareció él, Mateo Trevedhan, un argentino con acento encantador, mayor que ella, socio de trabajo de su hermana, y por supuesto... inalcanzable y prohibido
Entre días grises, clases eternas, fiestas improvisadas y silencios compartidos, algo se enciende, algo que ninguno de los dos sabe nombrar, pero que empieza a crecer con la misma fuerza que una flor en medio del desierto
Porque en ocasiones, el amor no entra con permiso. Y porque... a veces, solo a veces, las flores son mejores que los chicos.