Baji Keisuke había pasado muy desapercibido a Hakkai Shiba, al menos hasta ese momento donde habían quedado atrapados en el elevador descompuesto del edificio donde vivía Keisuke. Hakkai solo iba a recoger unas telas que la madre de Keisuke le iba a regalar a Mitsuya, jamás imaginó terminar en aquella bochornosa situación. Hacía calor y eran dos adolescentes hormonales... Literalmente la mezcla del caos.

- ¡Takemichi!. - le llama Chifuyu emocionado y aliviado al ver llegar con bien a su amigo con Kakucho y el perro loco de Sanzu a sus espaldas. - ¿Como hiciste para convencer a Sanzu y a Kakucho de venir? - Tu amigo es bueno persuadiendo, tiene grandes argumentos. - Comenta Haruchiyo acariciando La espalda baja del más bajito, un gesto que pasó inadvertido por el otro rubio de filosa mirada esmeralda, sin embargo el tacto solo hizo flaquear las piernas del ojiazul. - Takemichi tiene un gran talento para tenernos a sus pies. - sonríe Kakucho inocentemente observando desde atrás el gesto de Haruchiyo. - Es un mano a mano, él nos da a nosotros algo y nosotros acatamos sus órdenes ¿no es así, héroe?. Y Takemichi solo podía asentir en silencio con el rostro ardiendo al recordar aquella escena pasada, todo sea por salvar a sus amigos ¿verdad?. Maldición seguía caliente.

La piel lechosa de Takemichi era suave y limpia como la textura del pastel favorito de Taiju Shiba, tan delicado y dulce, y así como el pastel de arandano que se derretia en el paladar del gigantesco hombre, Taiju añoraba que Takemichi se derritiera con sus besos y caricias. - Niño estupido, me has guiado directo al pecado. - Vete al carajo, Shiba. - Quiero escucharte decir eso mientras te follo, Hanagaki.