Baji tiembla ante la imagen de un débil y roto Chifuyu. Piel blanca, cuerpo esquelético y sonrisa vacía. Por un minuto, se arrepiente de todas las decisiones que tomó en su vida. O donde Baji es la quinta decepción amorosa de Chifuyu y también el mismo chico que lo ayuda a afrontar su anorexia.

Las almas desamparadas buscan calidez en monstruos de lava que fingen ser fuentes de calor. Eso mismo es Rindou Haitani, una alma sola que no sabe vivir exactamente sola. Ran ya no le presta atención, ignora su presencia y lo aparta de su lado. Sanzu cree que es hora de detener la autodestrucción del hermano menor. O donde Rindou Haitani llega con un hombre nuevo cada noche y Haruchiyo Akashi es demasiado curioso como para quedarse con la duda de lo que le sucede.

Wakasa cree que su jefe es un idiota. Un idiota despistado que no sabe seguir instrucciones ni tocar la puerta al entrar. Ahora su secreto no era solo suyo y de Takeomi. Ahora también le pertenecía a Shinichiro Sano. El jodido idiota del que estaba enamorado. Y mierda lo mal que eso podía terminar. Mierda, parece descripción de niña de 14 años. Si se escribir lo juro.

Koko lo ve todos los días, jugando ese maldito videojuego e ignorando su mundo alrededor, y Seishu no parece notarlo, siempre parece más interesado en evitar que los zombies virtuales entren a su casa imaginaria que en las miradas posadas en él. O donde Inupi usa anestesia virtual durante sus quimioterapias.