PaulaPadillaHernande
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La educación abarca la personalidad completa del hombre, corporal, intelectual y espiritual, en todas sus facetas.
La enseñanza, como parte muy importante de la educación, se dirige principalmente a suministrar conocimientos.
Hasta ahora la educación ha tenido por fin formar hombres moralmente mejores e intelectuales más ilustrados.
Fin loable, pero, sin duda alguna, incompleto.
¿Incompleto? ¿Por qué?
El proceso educacional de la humanidad ha sido muy largo. Comenzó el primer día en que apareció el ser humano tal como lo conocemos hoy sobre la faz de la tierra y ha continuado a través de la Historia, con retrocesos transitorios, en una línea ascendente, tanto en extensión como en calidad.
Año tras año, es mayor el número de personas que reciben una educación sistemática y, en términos generales, esa educación se perfecciona cada vez más. El resultado, la marcha del progreso de la humanidad a lo largo de los siglos. Y sin embargo, hay un asunto fundamental que, incomprensiblemente, se ha pasado por alto. Hay algo de vital importancia que no ha sido enseñado sistemáticamente hasta nuestro tiempo.
Hasta ahora se han enseñado conocimientos, pero no se ha enseñado a pensar.