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Beomgyu tuvo un ataque extremo después de su primer parto.
Yeonjun no intentó ni siquiera presionar al respecto, aunque le dolía que Beomgyu rechazara al hijo de los dos, sin entender la razón de ello.
Aunque lo aceptó e hizo todo lo que estuvo en sus posibilidades, cuando Beomgyu desapareció una madrugada y ni la policía ni nadie pudo encontrarlo, creyó que todo se había acabado.
Dieciséis años han pasado desde la última vez que vió esos ojos grandes, el piquito formado en la boca rosa y el hoyuelo en la esquina de una mejilla suave y delicada, pero Yeonjun sabe mientras intenta recuperar el equilibrio de su carrito de compras, que este hombre que hace reverencias y pide disculpas sin parar es alguien que conoce perfectamente; porque este hombre es Beomgyu.
Aunque el anhelo y el alivio hacen acto de presencia, Yeonjun pronto se da cuenta que no tiene ganas de volver a acercarse a este maldito hombre que los abandonó a su hijo -ahora adolescente- y a él, muchos años atrás.