alexanderOda123
La oscuridad era absoluta.
No había dolor. No había frío. No había tiempo. Solo una nada vasta y silenciosa.
Hasta que escuché un suspiro.
-Ay, otra vez metí la pata... -dijo una voz resonante, como si saliera de todas partes a la vez. Una voz que no solo se oía, sino que se sentía en los huesos, en el corazón, en el alma.
Abrí los ojos.
No sabía dónde estaba, pero el lugar brillaba como si el mismo sol hubiese explotado en una biblioteca celestial. Columnas infinitas de luz blanca, libros que flotaban como plumas, y en el centro de todo, sentado en un trono hecho de nubes pixeladas, estaba...
-¡Dios! -exclamé, reconociéndolo al instante. No por su aspecto (llevaba sandalias, una bata de baño con dibujos de patitos y un peinado digno de un rockero de los 80), sino porque simplemente sabía que era él.
-Hola, Simon.-