Nicolás Valdivia tiene veintidós años, los ojos de distinto color, nacionalidad mexicana y una responsabilidad más grande que su mismo cuerpo: su madre está enferma y su tratamiento, junto con sus dos hermanas menores, dependen de él por completo. La presión lo ha orillado a explotar sus atributos androginos y vender contenido para adultos, teniendo como único anonimato su rostro siempre oculto y un seudónimo barato. Sin embargo, la desgracia toca directo a su puerta, pues alguien ha filtrado su identidad. Desesperado, decide abandonar México y empezar una nueva vida en el país vecino: Albanta. Donde planea encontrar un trabajo estable y seguir ayudando a su familia. Vladimir Zeppeli es un albantés de treinta años, desempleado, divorciado y con una fuerte adicción al alcohol. Al no verle fin a su sufrir, decide acabar con su vida. Sin embargo, la noche en que se dispone a hacerlo, se encuentra a Nico en un bar y queda obsesionado con sus ojos particulares. Ambos están hechos mierda y, aunque la mierda es lo que hace fértil a la tierra, donde crece la flor, no parece haber alguna luz al final del túnel; para ninguno de los dos.

Hay tres cosas que Maddock Nightfall necesita: 1. Una ducha. 2. Una consulta con el psiquiatra. 3. Un nuevo cepillo de dientes. La tercera puede solucionarla robándose un cepillo del supermercado, aunque siendo honesto, seguirá sin usarlo. La primera la puede disimular con desodorante. No hay nada que un Speed Stick no pueda hacer. Y la segunda... bueno, ¿cómo decirlo?: a Maddock Nightfall no le gustan los psiquiatras. Aunque su última visita fue hace más de cinco meses, él se niega a regresar. Y eso estaría bien, sí fuera un vagabundo, un fanático religioso o, en todo caso, sí no estuviera enfermo. El problema radica en que es un nuevo estudiante de preparatoria, no se toma los medicamentos que le prescribieron en su última consulta, y está enfermo. Bueno, tampoco es para ponernos exigentes. Su hermano mayor, Izzy, no ha tenido ni un centavo de sobra en los últimos meses. Aunque trabaje triple turno los fines de semana y le pague al casero de formas no muy honradas. Pero ¿quién es uno para juzgar? En fin, Maddock al fin pudo entrar a la escuela, (y no es porque Izzy haya ganado una beca por ser un excelente estudiante y se la transfirió a su hermanito, claro que no). Así que tendrá que aprender a sobrevivir entre un montón de burlas y humillaciones de parte de toda la preparatoria, solo por ser él. Aunque habrá sus excepciones, ya que a una linda rubia con nulo amor paternal (y propio) le ha llamado bastante la atención. Y una castaña gorda y boba aprenderá que su loco compañero quizá no sea tan malo como parece. Así que, mientras Maddock se esmeré en hacer amigos (o al menos no crear enemigos) e Izzy ponga el pan y las pastillas en la mesa, de algo podemos estar seguros: ese no es Calamardo... Es decir: todo mejorará. Sí. Lo hará. A fin de cuentas, están en el tranquilo pueblo de Las Lavandas, ¿qué es lo peor que podría pasar?

La carrera musical de Ossu está apunto de despegar, sin embargo, un reencuentro inesperado pondrá su mundo de cabeza y lo obligará a cambiar cada uno de sus planes. • ° • ° • La carrera musical de Ossu no puede ir en mejor dirección. Su disco nuevo a hecho que el éxito pleno lo tenga, por fin, en la mira. Con lo que ya parece ser un contrato firmado y la cercanía a una vida de ensueño por dedicarse a lo que ama, no podría pedir más. No obstante, el festejo prematuro parece haber atraído la mala suerte. Pues una aparición inesperada llega a tocar su puerta: Simón Jara ha vuelto a la ciudad. El rumbo definido, que tardó años en establecer, parecer irse por la borda ante su reencuentro. Ante el anhelo indebido de sus besos, la rabia acumulada de una historia que no concluyó y la atracción innegable que había dado por muerta. Entre el amor de sus recuerdos y la imposición de su vida actual, Ossu tendrá que desbaratar cada uno de sus planes y tomar una decisión. ¿Qué hacer cuando lo que quieres no se acerca ni un poquito a lo que necesitas? •••

Ante la impertinencia de su propia lengua, Andrés mandó al carajo un trabajo bien pagado que nunca lo hizo feliz, con la esperanza de encontrar algo mejor. Sin embargo, lo que en un principio visualizó como un nuevo comienzo, ahora le parece un constante recordatorio de que la vida lo odia. Desempleado y sin ingresos de ningún tipo, se ha tenido que mudar al arrendamiento más barato que encontró, en uno de los peores barrios de la ciudad. Sin amigos, sin novia, sin familia que lo quiera cerca y sintiendo la miseria en su máximo esplendor, tiene la esperanza de que, al menos, no puede caer más bajo. Pero, si hay algo que caracteriza al casi treintañero, es la necesidad de complicarse las nimiedades, así pues, tras arruinar la única oferta de trabajo que tenía, entra a un bar de mala muerte con la disposición de acabarse los centavos sobrantes. Quizá estaba muy ebrio para recordar, quizá solo fue muy terco, pero esa tarde rompió un mandamiento inquebrantable de la familia Anthares: 1. Un hombre no besa a otro hombre. Y, como Andrés es estúpido, las cosas no van a terminar ahí, no señor. A fin y al cabo algo tiene que cambiar, ¿no?

Cuentos, fragmentos, intentos y demás, que su servilleta redacta de buenas a primeras, pero tarda siglos en corregir. Mayormente, los resultados no son tan catastróficos, a pesar de ser productos del insomnio, la ansiedad, el estrés, los ataques psicóticos y los violentos estragos que dejan en mi persona los antidepresivos. Pero, ¿yo qué te digo?, juzga por ti mismo. Subido en fechas decembrinas porqué puedo, porqué quiero, porqué ya no sé que hacer conmigo y porqué en esta época las ideas suicidas en mi cabeza aumentan en un 56.8% Por favor, de mí no te fíes, tengo más tabúes que hindúes y paquistaníes. :): (No jodas) Describir algo más me resulta cansado, mucho trabajo.