Clásicos
3 stories
Flores tardías - Antón Chéjov (1882) by lsadoraBabel
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El hogar de los príncipes Priklonski está al borde de la ruina. La princesa madre asiste al desastre, incapaz de controlar a su hijo Yegórushka, un húsar retirado, vago y frívolo que pasa los días borracho, recorriendo prostíbulos y casas de juego donde malgasta el escaso patrimonio familiar. Su hermana Marusia, delicada «como las heroínas de las novelas inglesas», solo aspira a que alguien la ame y le ofrezca una nueva vida. Y ese alguien bien podría ser el doctor Toporkov, antiguo criado de la familia, que ahora goza de una buena posición gracias a su consultorio médico. En Flores tardías Antón Chéjov indaga en la decadencia de la aristocracia rusa y la aparición de una nueva burguesía, sin tomar partido por ninguna de las dos partes. Un reflejo social donde no siempre los mejores son los que logran alcanzar la felicidad. Originalmente publicado en la revista El provecho mundano, Núm. 37-39 y 41, 10 de octubre - 11 de noviembre de 1882)
¡Adiós, cordera! - Leopoldo Alas Clarín (1892) by lsadoraBabel
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¡Adiós, Cordera! es un cuento infantil que bien puede ser leído por público adulto. Aborda la problemática de la guerra desde un punto de vista que cualquiera puede entender. La historia principal termina transformándose en una profunda metáfora. Una historia triste, que llega al corazón de cualquiera.
Thérèse Raquin - Émile Zola (1867) by lsadoraBabel
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En Thérèse Raquin pretendí estudiar temperamentos y no carácteres. En eso consiste el libro en su totalidad. Escogí personajes sometidos por completo a la soberanía de los nervios y la sangre, privados de libre arbitrio, a quienes las fatalidades de la carne conducen a rastras a cada uno de los trances de su existencia. Thérèse y Laurent son animales irracionales humanos, ni más ni menos. Intenté seguir, paso a paso, en esa animalidad, el rastro de la sorda labor de las pasiones, los impulsos del instinto, los trastornos mentales consecutivos a una crisis nerviosa. Los amores de mis dos protagonistas satisfacen una necesidad; el asesinato que cometen es una consecuencia de su adulterio, consecuencia en la que consienten de la misma forma en que los lobos consienten en asesinar corderos; y, por fin, lo que di en llamar su remordimiento no es sino un simple desarreglo orgánico o una rebeldía del sistema nervioso sometido a una tensión extremada. No hay en todo ello ni rastros del alma, lo admito de buen grado, puesto que era mi intención que no los hubiera.