narawinette
Dicen que el poder endurece el corazón.
Pond lo sabía bien: su vida estaba hecha de deberes, leyes y silencios. Nadie se acercaba sin miedo, nadie lo miraba sin inclinarse.
Hasta que Phuwin llegó.
Un joven sirviente, entregado al palacio para pagar una deuda, con la sonrisa tranquila de quien nunca ha tenido nada y, aun así, lo da todo.
En sus ojos, Pond vio lo que nunca había tenido: libertad.
En su voz, descubrió la calma que su trono jamás le dio.
Y así, entre flores, tardes de lluvia y miradas robadas, el emperador que una vez fue temido aprendió el lenguaje más poderoso de todos: el amor.