Megustaesteship
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Soy Orm kornapaht y desde que tengo memoria, nunca fui una niña que soñara con muñecas, vestidos o el típico amor perfecto.
Mientras todos pedían regalos a los padres, yo pedía otra a los dioses:
que no me hicieran una Omega.
Sonará absurdo, ¿no? Pero lo pedía de verdad.
Me arrodillaba cada noche y suplicaba -a quien fuera que estuviera allá arriba- que al menos me dejara ser una beta, alguien normal, invisible, sin los problemas que cargan los otros.
Porque en este mundo... ser Omega es casi como llevar un cartel que dice "propiedad de alguien".
Y yo nunca quise ser de nadie.
A los catorce años, cuando el cuerpo decide mostrarte tu lugar en la cadena, el mío me traicionó.
El médico me lo dijo con una sonrisa que todavía recuerdo:
-Felicitaciones, Orm. Eres una Omega.
"Felicitaciones", dijo. Como si hubiera ganado un premio.
Pero lo que sentí fue un vacío en el estómago y una rabia que me quemó por dentro.
Ese día... pensé en desaparecer.
Porque, ¿sabés qué?
Yo odiaba todo lo que implicaba ser Omega: los celos de los alfas, la posesión, la dependencia, los ciclos, las miradas.
Todo.