Pablo y Lola tenían un sueño en común: dominar todos los estadios del país. Pablo, como uno de los mejores futbolistas de su generación. Lola, como la próxima cantante de rock nacional más importante de Argentina. De Río Cuarto a Capital Federal, ambos adolecentes dejan sus vidas para cumplir sus sueños, y tal vez, aclarar sus sentimientos. Los años noventa no sólo serán un ir y venir de éxitos y reflectores; su extraña relación será un dolor de cabeza para preocuparse en el largo camino de sus carreras.

Probablemente lo único que hacía que su trabajo valiera la pena era ver a Pablo Aimar todos los días, mientras entrenaba a la selección y charlaba con sus compañeros del cuerpo técnico, admirándolo y deseándolo desde lejos. Pero, ¿qué pasaría el día que dejara de fantasear e hiciera algo al respecto?