kittyoups
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Derry siempre ha parecido un pueblo común, pero sólo a los que no saben escuchar. Porque Derry respira. Lo hace en silencio, con un ritmo tan profundo y antiguo que se confunde con el rumor del río o con el murmullo de los árboles cuando el viento los obliga a inclinarse, como si se rindieran ante algo que vive bajo sus raíces.
Algunos habitantes, especialmente los niños, lo han notado en sueños: una especie de latido que se repite bajo las calles, como si una criatura gigantesca durmiera en los túneles de drenaje. Otros, los menos afortunados, han visto brillar dos ojos amarillos en las rejillas del alcantarillado y han sentido cómo una risa húmeda se les deslizaba por la nuca.
Pero nadie habla de eso.
En Derry no se habla de muchas cosas. Los adultos aprenden pronto a olvidar, a mirar hacia otro lado, a aceptar con naturalidad lo que haría temblar a cualquier otra ciudad.
Porque Derry recuerda. Derry se alimenta.
Y cuando el ciclo vuelve a comenzar, cuando la quietud se rompe como el espejo de un estanque, algo despierta en la oscuridad. Algo que conoce el sabor del miedo mejor que nadie. Algo que se arrastra entre tuberías oxidadas, que adopta formas para atraer, seducir, devorar.
A veces es un susurro. A veces, una carcajada.
A veces, un globo rojo que flota donde no debería haber nada.
Y cuando ese globo aparece, Derry contiene la respiración.
Porque él ha vuelto.
Y siempre tiene hambre.
¿Y qué si tiene corazón? Claro que lo tiene.
Pero ¿Qué pasaría si realmente el corazón que tiene físicamente no es el de él?
¿Qué pasaría si su verdadero corazón realmente está oculto, protegido, secreto?