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Emma y Noah vivían en mundos distintos, separados por miles de kilómetros pero unidos por un amor nacido en la pantalla. Se conocieron en un foro de literatura cuando eran adolescentes. Emma escribía poemas sobre la tristeza y la nostalgia, mientras que Noah se especializaba en relatos de ciencia ficción donde el amor siempre encontraba un camino. Sus palabras los acercaron, las noches de desvelo los convirtieron en confesores de sus miedos más profundos, y las promesas les hicieron creer que algún día se encontrarían.
Pero el tiempo pasó. La vida de Noah siguió su curso: estudios, amigos, proyectos. Para Emma, en cambio, el mundo se volvió cada vez más pequeño, más oscuro. No importaba cuánto Noah le escribiera que la amaba, que algún día todo sería diferente. La distancia, la ausencia física, las promesas sin cumplir y los favores olvidados se convirtieron en un peso insoportable. Las palabras bonitas llenaban el chat, pero no su vacío.
Hasta que una noche, con la voz de Noah en la línea, Emma tomó su última decisión. Entre sollozos y respiraciones entrecortadas, le dijo: "Las palabras no me salvaron." Y luego, el silencio. Un silencio que desgarró a Noah desde el otro lado del teléfono, un silencio que lo dejó atrapado entre la culpa y la impotencia, condenado a preguntarse una y otra vez si pudo haber hecho algo para salvarla.
Ahora, Noah revive su historia con Emma a través de sus viejos mensajes, de las notas de voz que ya no reciben respuesta y de los poemas que ella escribió y nunca publicó. Mientras se sumerge en su memoria, se enfrenta a la realidad de su amor: ¿fue real o solo una fantasía tejida con palabras?