terrobird
Todos tenemos un límite. Kazuma Satou lo había alcanzado.
En Japón lo llamaron "inútil"; al reencarnar creyó en una segunda oportunidad, pero aquel mundo mostró la misma crueldad. Lo vieron como un aventurero prescindible: agradecían cuando les convenía y lo olvidaban -o traicionaban- cuando ya no.
El colmo llegó el día de la celebración por la derrota del Rey Demonio: todos los honores para las demás, a él ni una mención; y poco después, en una noche de festejo, escuchó palabras de sus propias compañeras que le partieron el alma. Podía haber gritado o buscado venganza, pero se quedó en silencio.
En ese silencio entendió la verdad: nunca lo valoraron. Lo que se apagó dentro de él no fue odio, sino cansancio -cansancio de dar sin recibir.
Así que decidió marcharse, no por rencor ni por espectáculo, sino por algo más sencillo y honesto: buscar paz. No quería venganza; quería descansar.