La Mujer Equivocada ©
En cuanto la ví supe que sería mía Mi conejita. Sola y asustada. Indefensa. Pidiendo a gritos ayuda, un protector que la sacase de su jaula de cristal. Pero no soy un santo, soy un monstruo. Me gusta poseer y destruir. La salvé de su jaula sola para meterla en la mía... de la que no saldrá jamás.
Mature