GladysNoemiRodrigue1
La sangre de la caza siempre nos llama... siempre nos llamó, y el cazador siempre responde dócilmente, no con palabras, no con juicio, sino con obediencia, y no hay vacilación, ni palabras, solo el filo, el disparo de nuestras armas... y el eco de la sangre. Como simples perros nacidos y moldeado por la promesa de redención, entrenado para desgarrar a las bestias de este mundo con la violencia que representa a un cazador en Yharnam.
Y por cada gota que derramamos, por cada bestia que abatimos con violencia, por cada alma inocente de Yharnam que vengamos, y no nos damos cuenta de que con cada rugido que silenciamos, los cazadores arrancamos otro hilo del tenue tejido de la sangre de la bestias como un susurro de nuestra propia cordura... tejiendo lentamente las ruinas que nos hace humanos. Las bestias no nacen, las bestias no son errores de la naturaleza, son verdades que yacen latentes en cada cazador en Yharnam.
Yharnam no es una ciudad y menos que un santuario, es simplemente solo el eco retorcido de lo que una vez prometió en antaño como una herida abierta que nunca cerró por completo... ahora son solo los vestigios de lo que una vez fue, hecho en ruinas, alzado sobre promesas rotas y vidas descartadas como si fueran segadas, sus calles no conducen al mañana, solo a la locura en sus calles podridas por cadáveres y una culpa inhumana, los cazadores no persiguen monstruos... se persiguen a sí mismos.
Quien caza en Yharnam termina mirando al abismo con ojos sedientos de caza y sangre, deformándose con cada cacería como si fuera la acaricia maternal de {La presencia lunar} y todo porque en esta ciudad maldita, perder la cordura no es un error, es simplemente el precio de seguir siendo útil en Yharnam y al final, cada cazador se convierte en su propia bestia. Porque al final, no hay cacería más cruel que aquella donde la presa... eres tú mismo.