Axoly2
Él es el amo. Él, el perro. Y ambos están enamorados, aunque no lo admitan.
Max dijo que solo quería jugar.
George dijo que nunca se enamoraría.
Pero entre collares, gruñidos y reglas, lo que empezó como un fetiche se volvió algo más.
Cada mordida es una promesa. Cada orden, un latido.
Y cada silencio compartido, un refugio.
George lo castiga con fuerza. Lo marca con deseo.
Max obedece sin rechistar. Ama sin confesarlo.
Hasta que un día, rompe una regla: habla.
Y el amor, ese que juraron no tocar, les cae encima como una orden imposible de ignorar.