Derek_Daniel
Shanks había tomado en brazos al niño pequeño que consideraba suyo y había salido corriendo por las colinas como si estuviera escapando del mismísimo apocalipsis. Para cualquiera que lo viera, parecía un padre desesperado o, en este caso, un abuelo asustado hasta los huesos de sus nietos.
Pero para él, aquello solo confirmaba una terrible verdad: había cometido un error monumental al dejar que Luffy creciera sin supervisión constante.
-¡¿Dos?!-gritaba para sí, casi en pánico mientras corría-¡¿Dos mocosos?! ¡¿Y crueles encima?!
Luffy, su adorable y caótico hijo, había decidido-con toda la tranquilidad del mundo-que era una excelente idea convertirlo en abuelo de dos pequeños demonios. Dos. No uno. Dos. Como si el universo se burlara de él en estéreo.
Y esos niños no eran dulces ni adorables... a menos que fueras Luffy, Benn Beckman, Uta o Makino, los únicos en el mundo capaces de calmarlos con un abrazo o una mirada. Para el resto del planeta-Shanks incluido-los gemelos eran temibles, salvajes, completamente despiadados... auténticas fuerzas de la naturaleza con forma de niño. Crueles, sanguinarios, horriblemente crueles, con sonrisas traviesas y esas miradas que gritaban: "vamos a hacer que te arrepientas de haber existido".
Mientras tanto, Benn Beckman-su amado esposo, su compañero de vida, el hombre que había prometido estar a su lado en la salud y en la enfermedad-observaba todo desde lejos con una copa de vino en la mano y una sonrisa tan grande que desafiaba las leyes de la anatomía facial. Shanks se sintió traicionado. Abandonado. ¿Dónde quedaba el "para siempre"? ¿El "contigo en las buenas y en las malas"? ¡Benn lo estaba dejando solo frente a la amenaza más temible del Nuevo Mundo: dos nietos con su genética y la crianza de Luffy!
-Mira cómo corre-comentó Benn, divertido, sin apartar la vista del espectáculo-. Nunca pensé ver al gran Shanks huyendo de dos niños. Esto vale más que todo el tesoro del Grand Line.