A Carmen Jones la habían abandonado fatalmente en Navidad. No tenía a nadie a quien abrazar, a quien atiborrar de comida, ni mucho menos a quién besar bajo el muérdago. Ella que solía pasar esta época del año en compañía de su mejor amiga, se encontró a sí misma asfixiada a causa de su propia soledad. Su ánimo estaba por los suelos, literalmente, al menos hasta que volvió a toparse con él... El tipo misterioso y sexy del parque que vagaba por el pueblo y al que ella se pillaba a menudo mirándolo como una niña embobada. A Carmen le surgían tantas incógnitas sobre aquel hombre que siempre acababa hecha un completo lío. ¿Por qué siempre estaba solo? ¿Por qué daría su reino por una simple palabra suya? O, ¿por qué sentía unas terribles e irrefrenables ganas de acortar la distancia y devorarlo? Y, sin embargo, él parecía tan indiferente a su presencia, o al menos eso es lo que pensó hasta aquella noche en la que... Ella nunca había estado más equivocada.