dream__hope18
Bajo la luna llena, Jimin no era el ídolo adorable que todos creían conocer; era una sombra que se alimentaba de obsesión y carne cruda. Su amor por Jungkook había traspasado todos los límites de la cordura, convirtiéndose en un ritual macabro donde cada suspiro de Jungkook era un mandato divino. Para asegurarse de que nada ni nadie se interpusiera entre ellos, Jimin había comenzado a cazar. Aquellos que se acercaban demasiado a Jungkook, que le sonreían con demasiada interés o que simplemente ocupaban un espacio que él consideraba sagrado, desaparecían sin dejar rastro. En la quietud de su guarida, Jimin no solo los asesinaba; los consumía, creyendo que al devorar su esencia, absorbía también la atención que le habían robado a su amado Jungkook, purificando así el mundo para que solo existieran ellos dos.
Cada bocado era un acto de devoción, un sacrificio en el altar de su amor distorsionado. Jimin guardaba como reliquias los objetos personales de sus víctimas-carteras, mechones de pelo, joyas-y los colocaba alrededor de las fotos robadas de Jungkook que paperaban las paredes de su santuario. Creía que cada alma que integraba le daba más derecho a poseer la de Jungkook, tejiendo una red de energía retorcida que los uniría para siempre. Mientras Jungkook dormía plácidamente, ignorante del horror que orbitaba a su alrededor, Jimin susurraba en la oscuridad: "Todo esto es por ti. Pronto seremos uno, y nadie volverá a separarnos".